miércoles, 28 de septiembre de 2011


Un poeta latino


Epigramas de Marco Valerio Marcial

Marco Valerio Marcial nace en Bílbilis como él mismo repite
varias veces, el día 1 de marzo de un año incierto
entre el 38 y el 41 d. C.

I

Gloria del poeta

Aquí está aquél a quien lees, a quien buscas, el Marcial conocido en el mundo entero por sus agudos libritos de epigramas; a quien tú, lector aplicado, le has dado en vida y en plena lucidez, la gloria que raros poetas tienen después de incinerados.

XI

Buen bebedor

Habiéndose dado a cada caballero diez bonos [de vino], ¿por qué, Sextiliano, tú solo te bebes veinte? Ya hubiera faltado el agua caliente a los sirvientes que la traen, si tú no bebieras, Sextiliano, el vino puro.


XV

La vida vuela: ¡vive hoy!

¡Oh mi querido Julio, a quien debo recordar sin posponerte ni a uno solo de mis amigos, si de algo valen la fidelidad prolongada y los inveterados derechos! Se te viene encima tu sexagésimo cónsul y tu vida apenas cuenta unos pocos días. No harás bien en diferir lo que veas que se te puede negar, y piensa que solamente es tuyo lo que lo ha sido. Te aguardan preocupaciones y trabajos en cadena; los gozos no permanecen, sino que huyen volando. Aprésalos con ambas manos y con toda la fuerza de tus brazos, incluso así las más de las veces se nos escapan del seno. Créeme, no es propio de sabios el decir:“viviré”; la vida de mañana es demasiado tardía: ¡vive hoy!

XXIII

Los invitados de Cota

Tú, Cota, no invitas sino a quien se baña contigo y únicamente los baños te proporcionan convidados. Me extrañaba por qué no me habías invitado nunca, Cota. Ahora veo que yo no te he gustado desnudo.

XXIX

Un plagiario

Corre el rumor de que tú, Fidentino, lees mis versos al público como si fueran tuyos. Si quieres que se diga que son míos, te enviaré gratis los poemas; si quieres que se diga que son tuyos, compra esto: que no son míos.

XXXIV

Haz lo que quieras, pero con recato

Sin guardar, Lesbia, y abiertas siempre tus puertas, pecas y no ocultas tus devaneos y te causa más placer un mirón que un adúltero y no te son gratos los goces, si se quedan ocultos algunos. En cambio, una meretriz aleja a los testigos con la cortina y el cerrojo y son raras las rendijas abiertas en un prostíbulo del Summenio. De Quíone, al menos, o de Yade, aprende pudor: hasta los mausoleos esconden a las más degeneradas y a las zorras. ¿Acaso mi reprensión te parece demasiado dura? Te estoy prohibiendo que te sorprendan, Lesbia; no que se te tiren.

XXVI

Danza de las Nereidas

Un entrenado coro de Nereidas se puso a jugar por toda la superficie del mar y decoró las plácidas aguas con variadas tablas. Hubo un amenazador tridente de dientes rectos y una áncora de diente curvo: nos imaginamos los remos y nos imaginamos una barca y que brillaba la constelación de los Laconios, grata a los navegantes, y que se henchían las amplias velas con un seno bien visible. ¿Quién vio jamás tantas maravillas en las aguas transparentes? O Tetis enseñó estos juegos o los aprendió.

XXIX

Vencedores ambos

Prolongando el combate Prisco, prolongándolo Vero y estando igualado el valor de ambos durante mucho tiempo, se pidió reiteradamente y a grandes voces que se licenciase a los dos combatientes; pero el César mismo se atuvo a su propia norma: la norma era luchar, dejando los escudos, hasta que uno de ellos levantase el dedo.Hizo lo permitido: les dio varias veces fuentes [de alimentos] y regalos. Sin embargo se llegó al fin de un combate igualado: lucharon iguales, se rindieron a la par. El César envió a uno y a otro el bastón [de la licencia] y a uno y otro las palmas [de la victoria].Tal fue el premio de su valor denodado. Un hecho semejante no se había visto sino en tu reinado, oh César: que luchando dos, quedaron vencedores ambos.

XXXVIII

Además de plagiario, mal recitador

El libro que recitas, Fidentino, es mío; pero cuando lo recitas mal, empieza a ser tuyo.

LXII

Bayas, la corruptora

Levina es casta y no cede a las antiguas sabinas. Y aunque es ella más seria que su adustomarido, como unas veces se baña en el Lucrino y otras en el Averno, y como a menudoserefocilaen las aguas de Bayas, sintió que le prendía el fuego: al irse en pos de un jovenabandonando a su marido, llegó una Penélope y se va una Helena.

LXXIII

La fruta prohibida

Ni uno hubo en toda la ciudad que quisiera tocar a tu mujer, Ceciliano, mientras fue posible de balde; pero ahora que le has puesto guardianes, son una verdadera legión los que se la tiran.Eres un hombre ingenioso.

XC

Marimacho

Como nunca te veía juntarte con hombres, Basa, y porque ninguna hablilla te atribuía un amante, sino que a tu alrededor tenías siempre a tu absoluto servicio un grupo de tu propio sexo, sin presencia de varón, me parecía que eras, lo confieso, una Lucrecia. Pero tú, Basa, –¡qué atrocidad!– hacías de macho. Te atreves a unir entre sí coños gemelos y tu enorme clítoris hacelas veces del varón. Has ideado una monstruosidad digna del enigma tebano: que, aquí donde no hay varón, haya adulterio.

XCVI

No recuerdo su nombre...

Si no te es molesto y no te viene mal, escazonte, te ruego que digas unas palabras al oído de mi amigo Materno, de forma que él solo las oiga. Aquel amante de capas oscuras, que viste lana bética y ropa gris, que piensa que los que visten escarlata no son hombres, y que llama vestidos de mujeres a la ropa de color violeta, aunque alaba los colores naturales y no lleva más que colores oscuros, tiene una moralidad verde claro. Preguntará que de dónde deduzco yo que es un afeminado. Nos bañamos juntos: no mira nunca hacia arriba, sino que se fija en los sodomitas comiéndoselos con los ojos y no ve un cipote sin que se le haga la boca agua. ¿Preguntas quién es él? Se me ha olvidado el nombre.

CV

El vino añejo

Ovidio, el vino que se cría en los campos nomentanos, siempre que llega a tener mucha edad, su añeja vejez le hace perder sus características y su nombre. Además, a una tinaja vieja puedes ponerle el nombre que quieras.

CVI

Bebe vino puro, que vas a dormir

Entre copa y copa bebes agua de cuando en cuando, Rufo, y si un amigo te obliga, rara vez bebes una onza de falerno rebajado. ¿Acaso Nevia te ha prometido una buena noche y prefieres sobrios los retozos de unos polvos seguros? Suspiras, callas, gimes: ¡te ha dicho que nones! Por tanto, ya puedes beber tercios a manta, y ahogar en vino sin aguar tu duro desengaño. ¿A qué moderarte, Rufo? Tienes que irte a dormir.

1 comentario:

Alicia M. Dellepiane dijo...

Con el vino, ese néctar delicioso y con la música de tu poesía, me gustaría compartir una dulce noche inolvidable...
Alicia