jueves, 2 de julio de 2009

Últimas palabras de los poetas
frente a la muerte

Muchos poetas han poetizado la Muerte
en su faz real o imaginaria.
Sólo aquellos que dejaron constancia de una
antesala mortuoria, han legado una impresión
más estremecedora de esa experiencia.
Desde aquí, ofrecemos al lector algunas
expresiones dramáticas ante el suicidio
o de los instantes finales de la agonía de un poeta.
Fragmentos de frases, poemas y otros textos que,
a veces,
son reconstrucciones simbólicas
de esos estados alterados de la conciencia.

Y, por supuesto, poemas y obligadas referencias
marginales del autor de estas lìneas...

SERGEI ESENIN

1895-1925



HASTA LA VISTA...



Hasta la vista, amigo mío, hasta la vista.
Querido mío, estás en mi pecho.
La predestinada separación
promete una cita en el porvenir.
Hasta la vista, amigo mío, sin dar la mano, sin palabras.
No te afijas; no pongas tan triste el ceño.
En esta vida el morir no es cosa nueva;
pero el vivir —seguro— es menos novedad.



Escrito con la sangre de sus venas cortadas en la noche del suicidio,
27 de diciembre de 1925, en Leningrado

JOSÉ ANTONIO RAMOS SUCRE
1890-1930

"Nací en la casa donde todo está prohibido" (7 de junio)

(Nota escrita antes de suicidarse en Ginebra, Suiza)

PRELUDIO

Yo quisiera estar entre vacías tinieblas, porque el mundo lastima cruelmente mis sentidos y la vida me aflige, impertinente amada que me cuenta amarguras

Entonces me habrán abandonado los recuerdos: ahora huyen y vuelven con el ritmo de infatigables olas y son lobos aullantes en la noche que cubre el desierto de nieve.

El movimiento, signo molesto de la realidad, respeta mi fantástico asilo; mas yo lo habré escalado del brazo con la muerte. Ella es una blanca Beatriz, y, de pies sobre el creciente de la luna, visitará la mar de mis dolores. Bajo su hechizo reposaré eternamente y no lamentaré más la ofendida belleza ni el imposible amor.

Olga Orozco:

radiografía en sepia de una pasión

“Me voy por unos días al campo…”

(En los días que precedieron a su muerte...)

OLGA OROZCO

1920-1999


Postales a la sepia

El dìa 15 de agosto muere en la ciudad de Buenos Aires, Olga Orozco, a los setenta y nueve años de edad, en el Sanatorio Anchorena. Este desenlace se produce por trastornos circulatorios que venìa padeciendo desde hace algún tiempo.

Yo la había conocido en el año 1974 durante una reunión de intelectuales que había programado el poeta venezolano Juan Liscano en casa de su hija Clementina en las proximidades de Retiro cuando su visita a la Argentina. Debo confesar que tuve a partir de aquel momento una visión más estremecedora de su escritura; porque Olga era una mujer de una poderosa personalidad que seducía y cautivaba a un tiempo a cualquier interlocutor. De enormes y profundos ojos verdes y una sonrisa franca que siempre, tengo la impresión, invitaba a compartir una reflexión o tal vez una idea acerca de la poesía o, también, acerca de su poesía.

Me decía que era como un pez, porque lloraba mucho. Lloraba con horario. Lloraba sin horarios. Lloraba entre horarios. Y también lloraba a contrarreloj. Muchas fotos en sepia sabían de eso y era una verdadera tragedia, porque ocupaban como criaturas vivientes sus instantes. Eran como floreros con flores disecadas que habían absorbido sus lágrimas. Y esa manía de amante trágica, se acentuó repentinamente a la muerte de su esposo, Valerio Peluffo, del que hablara siempre en presente, desconsolada por la pena de confesarse en los rincones de la casa. Y para eso existen las ventanas, me dije, para ver en el más allá en mediúmnicas jornadas. Y un hermoso y panorámico ventanal en la sala de recibo desde donde se ve esa parte luminosa de Buenos Aires tan de barrio norte y tan de señora con el dolor a cuestas. Con todo, había un cortinaje interior que entretejía menudamente otras penumbrosas sensaciones de condolencias pasadas, de envejecidas historias que sólo la poesía puede redimir desde una inagotada tristeza:


"Lo demás aún se cumple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí

/igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este
/mundo.”

En su memoria (como una casa antigua de imágenes calladas) sobrevivía la infancia, pero no como una alegoría difunta, sino con la estridencia de una muchachita sensible que ve las cosas que pasan a su alrededor: ella era una enana que no había acabado nunca de crecer.

Así se lamentaba y contemplaba a sí misma. El mundo era otra cosa que desde hacía siglos, quizás desde antes que su padre viniera de Sicilia, manejaban los adultos. ¿Cómo deberían llamarse esas páginas que la abuela le contaba y que ella inexorablemente iba guardando en el fondo del almacén de los recuerdos? Ahí, sí, se iban forjando por primera vez la divinidades menores y mayores de su zodíaco personal. Por eso volvía a reclamarle a su madre en su hogareña Toay que volviera contar su historia. Así arrancaban muchas de sus reclamaciones en sus poemas, por una pregunta. Y así, también, se desarmaban sus ritos, sus metamorfosis, sus esperanzas, su doble visión del mundo.

Tuve la sensación de caminar en puntas de pie por esas habitaciones de la calle Arenales. No quería despertar a nadie, ni tampoco perturbar alguna presencia dormida de su panteón íntimo. A veces, como pidiéndole permiso a las sombras de aquellos sus fantasmas que en silencio me miraban. La pequeña Olympia, era su máquina de escribir que permanecía como testigo mudo de sus confesiones. En ese pequeño espacio dialogaba con las criaturas que habitarían sus oráculos. La escritura, es verdad, viajaba por un túnel imaginario en el que estaba Dios de director de orquesta, con gato y todo.

Muchas veces, cuando la visitaba, experimentaba una sensación de huésped secreto con el raro privilegio de compartir una intimidad en todo su esplendor y en cada una de sus facetas.

Sus pensamientos (se llevó esa sensación) eran líquidos y armónicos a un tiempo, lo sé, en el que fluían iluminados escenarios como peces dorados que nadan llevados por una corriente que va directa al magneto mayor de la existencia. O sea, Dios. Lo que se llama una cosmogonía verbal. Amparada de rituales domésticos, de visitas acostumbradas, de amistades contradictorias que muchas veces alimentaban su compañía. Algunas veces fui testigo de gente que sin ningún aviso, interrumpía la fluidez del diálogo mantenido desde hacía algún rato. Y las voces variaban la capacidad de silencio en estentóreos relámpagos verbales. Es decir, lo que podría llamarse una manera de diluir el tiempo, en el maridaje de la luz y la sombra. Así es Piscis, me dije, la gente de Neptuno. Navega en vez de caminar...

Lloraba a tiempo. Lloraba a destiempo. Y el tiempo, como la encarnación de un dios Cronos pagano, litigaba en su sacrificio. Desafortunadamente, el tiempo se adueñaba de todo. Entonces, lo sé, lloraba porque ya no había tiempo...

Pero aparte de enana, ella era ciega. Y se desdoblaba en Lía para ver el sol en la otra oscuridad. Así emanaban sus nostalgias en muertes insepultas que ahogan el corazón, como si el corazón fuera la piedra de toque de la inocencia que se hunde en las profundidades. Plegada en la obediencia, incrustada en lo visible y en lo invisible de un laberinto del adiós. Así te encuentras, como la exorcizada Olga en naufragios tenebrosos que, al fin de cuentas, son los preámbulos de la iniciación. ¿Cuántos pliegues había en su interior que pudiera alarmarse al menor soplo, a la menor de las tormenta que reportara el sentimiento herido de los días que fueron quedando en un álbum de fotografías?

Sí, el mundo tallaba su nombre en cuarzos duros, en granito tatuado de ensoñación...

( De El trayecto de lo imaginado)


CESAR VALLEJO
1892-1938


"Allì...pronto...navajas... Me voy a España"
(Palabras pronunciadas por el poeta en su lecho de muerte,
15 de abril de 1938)




A LA MANERA DE C.V.

Así regalara yo al público su dìa festivo
y sus vetas de muerte al pordiosero.
Perderíame mi agosto en pelo,
y haría ganar al caminante sus ganas industriales.
Iluminaríame de espumas como gemas del sol.
Porque ladrón seré de infinitos, pero no de almas
cuando se desentierre el ataúd por el que soñaba.
Vestiríame hoy de público.
Anunciaríame de gran prestidigitador,
de lector del pensamiento;
pero a cada encuentro te perdería en la ternura.
Y ella amaríame mucho de nubes, de sueño dominical,
Ya que el aire está de Vallejo hasta la muerte.


(De Mirada de Brueghel, de Manuel Ruano, F.C.E., Mèxico, 1990)
CHARLES BAUDELAIRE
(1821-1867)

"La lune est belle!"

Fueron sus últimas palabras cuando agonizaba

LA MUERTE DE LOS ARTISTAS


¿Cuánto mis cascabeles tendré que sacudir Y besarte la frente, triste caricatura?
Para dar en el blanco, de mística virtud,
Mi carcaj, ¿cuántas flechas habrá de malgastar?

En fintas sutilísimas nuestra alma gastaremos,
Y más de un bastidor hemos de destruir,
Antes de contemplar la acabada Criatura
Cuyo infernal deseo nos colma de sollozos.

Hay algunos que nunca conocieron a su ídolo,
Escultores malditos que el oprobio marcó,
Que se golpean con saña en el pecho y la frente,

Sin más que una esperanza, !Capitolio sombrío!
Que la Muerte, cerniéndose como sol renovado,
Logrará, al fin, que estallen las flores de su mente.

(De Las flores del mal, de Charles Baudelaire,París, 1857)

ALEJANDRA PIZARNIK
(1936-1972)
"En el centro puntual de la mañana Dios,
la araña..."
(Palabras encontradas entre sus apuntes)

NO HUBIERAN SIDO MAS QUE PAJAROS SIN ALEJANDRA

A Alejandra Pizarnik i.m.


Hay dos cosas verdaderamente graves e infelices:
los sueños cuando no refieren más que el destino de sus criaturas
y dragones a ciertas horas de la madrugada.
Amén, de otros mayores y menores.
Por ejemplo, aquellas fábulas (de viejas Ediciones Gallimard o N.F.R. de lujo)
y las conclusiones sin aliento.

También hay otra que desconcierta,
cuando el seconal sódico es una invitación en pequeñas proporciones
a que el viento recoja sus nostalgias,
mientras quedan insomnes las páginas en blanco
y en las manos la perpetuidad del instante.

Y es ahí, que la piedra de la locura cambia de color,
que se transforma y no se detiene,
que su peso es entonces más del debido
y queda entre las viejas historias del amor, los sueños, las caricias,
porque ya no es posible su extracción de los estantes.

Pero entonces ahí es,-dulce bretoniana incorregible-,
que los ojos advierten que hay dos cosas verdaderamente graves e infelices,
que dejan de lado el Arte Poética, los labios proscriptos,
y el despertar de las mañanas para siempre.

(Poema de Manuel Ruano aparecido en la revista venezolana Zona Franca en homenaje a la poetisa tras conocerse su tràgico final)


ALFONSINA STORNI
1892-1938

PERRO Y MAR

Estaba solo el mar
y solo el cielo
y era todo un espacio
gris y frío
y yo no oía nada
ni veía
más que ese gris
monótono
y sin vida..

Y a mi costado
el perro contra el viento
aullaba; y sus ladridos
sacudían las olas muertas;
y en el aire de plomo
su quejido
abría rumbo;
y las orejas tensas
parecían alzarse como antenas
hacia desmanteladas
gargantas.

¿Había nidos
de ratones vivos
donde mis ojos
secos
no veían?

¿Fantasmas acunábanse
en los picos
lejanos
de las aguas?

¿Y caras
subterráneas
en la pared
del viento aparecían?

¿Y alguien
vestía el mar
y lo rayaba
de parques policromos,
los del fondo
en su rostro de sombras?

Esta vez
un aullido interminable
se levantó
de su cabeza erguida
y se lanzó a correr
hacia el poblado
huyendo de aquel mar
como si alguno
le ordenara partir.

Y a su abandono
mi corazón
sin causa enloquecido
echó a volar
campana de tinieblas.



Este poema lo recoge como inédito el poeta Horacio Armani en su Antología esencial de la poesía Argentina,
(1900-1980), publicada hace ya algunos años en editorial Aguilar de Buenos Aires.
Antonio Machado
(1875-1939)

ANOCHE CUANDO DORMIA


"...estos dîas azules y este sol de la infancia"
(Palabras encontradas
en un bolsillo del abrigo del poeta
el dìa de su fallecimiento)

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.

Dí: ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes hasta mí,
manantial de nueva vida
en donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía
soñé ¡bendita ilusión!
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón