lunes, 23 de agosto de 2010

Dos poemas de Jacobo Fijman sobre Lautréamont
ACERCA DE LAUTRÉAMONT, 1

Lo imagino rubio. De ojos celestes. Alto, varios metros. La piel azul y las manos huesudas. Dotado de una gran imaginación. Pero satánico.

Atormentado por las cosas reales y vulgares y por las ideas que se hacía del más allá de la muerte y de la muerte misma.

Era lo que diríamos hoy, un introvertido. Se lo supone fino, elegante, de una dentadura tremenda; con colmillos.

Debe estar ahora no en el infierno sino en el hades, que es el reino de la muerte. Él está como dormido, insomnis mortis.

Durante su vida debe de haber abusado de las drogas que llevan a los otros paraísos, los paraísos del mal. Eso, es lo que se deduce de sus escritos. Donde se hace sentir su soledad y su desesperanza.

No tenía nada de religioso. Era un muerto, como diría un teólogo moralista.

No supo nunca más que de penas y no dio nunca con la contricción, ese dolor perfecto, ni con la tricción, ese dolor imperfecto al que se entregan los pecadores arrepentidos para que se les restituya a la primera gracia y continuar su vida penitencial hasta arraigarse en un estado de paz y esperar la buena muerte. Pero él no da señales de haber tenido ninguna instrucción religiosa -aunque nombre mucho a Dios- que lo pudiera llevar a la salud espiritual.

Sin embargo, a pesar de todo lo quiero y lo voy a ayudar.

Este hombre atormentado, buscó con avidez; pero por sí mismo no dio con nada más que con el sufrimiento y la demencia de gran poeta.

Nació en el Uruguay, y se supone que haya muerto. Aunque nadie lo sabe. Es como si no hubiera existido como ser físico.

Era de agua. Era flemático de temperamento y lo concibo como existiendo en un mar agitado y oscuro. Dios no quiso que lo conociera, no quiso concederle la gracia que concede al resto de los mortales, a los fieles que componen el cuerpo místico de Cristo.

Lautréamont era soberbio; se negó a rebajarse a ser un niño.

No amó las cosas de la tierra como las aman algunos privilegiados de complexión melancólica. Él amaba lo que no sabía; buscaba a Dios pero no dio con Él. Se supone que Dios no quiso darle los beneficios que entrega a criaturas más inferiores que su naturaleza.

Lautréamont me conocía y me conoce. Como Juez he tenido que verlo. Me pidió que no lo olvidara. Que intercediera por él ante Dios que es mi amigo.

Pintura de William Blake

ACERCA DE LAUTRÉAMONT, 2

Hace un tiempo nos encontramos en otra región. Cuando lo vi, estaba como despejándose del sueño. Estaba con aguas, con algas, pero no con peces. Los peces se habían ido. Estaba acostado en el mar. Yo caminaba sobre las aguas y lo llamé: Lautréamont, Lautréamont, le dije, soy Fijman.

Y él me contestó que me quería. Que seríamos amigos ahora en el mar, porque los dos habíamos sufrido en la tierra. Pero no lloramos. Nos abrazamos. Después quedamos en silencio.


Jacobo Fijman
Poeta de la generación martinfierrista. Nació en Besarabia
en 1898. Es uno de los personajes que Leopoldo Marechal
señala como Samuel Tesler en su novela Adán Buenosayres.
Murió loco en Buenos Aires (1970), en un hospital psiquiátrico
y fue autor de muchos poemas, entre los que se cuenta
Estrella de la mañana
. También lo menciono en mi libro
próximo a salir en Venezuela, Lautréamont y otros ensayos
(Celarg, Colección Alborada, Caracas)

jueves, 5 de agosto de 2010


Picasso en Londres

Gran telón de Picasso. Se trata de la exposición
'Diaghilev y la Edad de Oro de los Ballets Rusos 1909-1929',
que ofrecerá el museo Victoria & Albert en Inglaterra



miércoles, 4 de agosto de 2010

Dos poemas de Quevedo


PREFIERE LA HARTURA Y SOSIEGO MENDIGO A LA INQUIETUD
MAGNÍFICA DE LOS PODEROSOS

Mejor me sabe en un cantón la sopa
y el tinto con la mosca y la zurrapa,
que al rico que se engulle todo el mapa
muchos años de vino en ancha copa.

Bendita fue de Dios la poca ropa,
que no carga los hombros y la tapa;
más quiero menos sastre que más capa:
que hay ladrones de seda, no de estopa.

Llenar, no enriquecer, quiero la tripa;
lo caro trueco a lo que bien me sepa;
somos Píramo y Tisbe yo y mi pipa.

Más descansa quien mira que quien trepa;
regüeldo yo cuando el dichoso hipa;
él asido a fortuna, yo a la cepa.

SONETO X

Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece,
puto es el estipendo que se ofrece

en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto, y puta el alegría
que el rato puteril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.

Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare,
y como puto muera yo quemado

si de otras tales putas me pagare,
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles afrentosas.