martes, 25 de febrero de 2014


Entrevista a Manuel Ruano por Rolando Revagliatti





sábado, 8 de febrero de 2014

La poesía de duelo

HOMENAJE A FÉLIX GRANDE

El 30 de enero falleció el poeta español Félix Grande (1937-2014),
 autor de innumerables obras poéticas y de narrativa, 
entre las que se destacan, en poesía:  Las piedras
Música amenazadaBlanco Spirituals
Puedo escribir los versos más tristes esta noche
Biografía, Taranto, Libro de familia, y, entre otros, 
Las rubáiyatas de Horacio Martín
En prosa: Las calles, La balada del abuelo Palancas, 
Fábula...En ensayo: Mi música es para esta gente
Memoria del flamencoElogio de la Libertad,
Paco de Lucía y Camarón de la Isla, etcétera. 
Fue Premio Nacional de España, entre muchas  otras distinciones 
literarias,y Premio Casa de las Américas de Cuba.
Y en el post-franquismo, fue Director de la revista 
Cuadernos Hispanoamericanos.
Rendimos desde In terra ignota nuestro más sentido homenaje,
con dos de sus célebres poemas 


Para envejecer juntos nos cogemos las manos,
yo miro tu sonrisa, tú miras mi tristeza;
irán saliendo arrugas en mi alma y tu cabeza
y canas sobre nuestros espíritus humanos;

idéntica vigilia caerá en nuestras historias:
ver al tiempo ir cerrando una a una las ventanas,
me sonreirás lo mismo que todas las mañanas
y será como un ramo de flores mortuorias;

tú eres ese recuerdo que he de tener un día,
yo soy esa nostalgia que poblará tu frente
cuando ya sea un anciano, amada, anciana mía;
pienso en ese futuro tranquilo y arrugado
como en dos viejos libros qua ya no lee la gente,
con tanto como habrán, en silencio, aguardado.

Cuadro de Carlos Ruano Llopis
Donde fuiste feliz alguna vez
no debieras volver jamás: el tiempo
habrá hecho sus destrozos, levantando
su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado,
paciente, tu fracaso
mientras faltabas, mientras ibas
ingenuamente por el mundo
conservando como recuerdo
lo que era destrucción subterránea, ruina.
Si la felicidad te la dio una mujer
ahora habrá envejecido u olvidado
y sólo sentirás asombro
-el anticipo de las maldiciones-.
Si una taberna fue, habrá cambiado
de dueño o de clientes
y tu rincón se habrá ocupado
con intrusos fantasmagóricos
que con su ajeneidad, te empujan a la calle, al vacío.
Si fue un barrio, hallarás
entre los cambios del urbano progreso
tu cadáver diseminado.
No debieras volver jamás a nada, a nadie,
pues toda historia interrumpida
tan sólo sobrevive
para vengarse en la ilusión, clavarle
su cuchillo desesperado,
morir asesinando.
Mas sabes que la dicha es como un criminal
que seduce a su víctima
que la reclama con atroz dulzura
mientras esconde la mano homicida.
Sabes que volverás, que te hallas condenado
a regresar, humilde, donde fuiste feliz.
Sabes que volverás
porque la dicha consistió en marcarte
con la nostalgia, convertirte
la vida en cicatriz;
y si has de ser leal, girarás errabundo
alrededor del desastre entrañable
como girase un perro ante la tumba
de su dueño... su dueño... su dueño...