lunes, 2 de marzo de 2009


Apócrifos

NOTICIAS DE BLACAMÁN


Ni el gallo mejor pintado estuvo más prevenido que yo para el espectáculo. Mi nombre fue Pietro Aversa. Llegué por primera vez a Venezuela en 1940 como dueño de un circo que abandoné ocho años más tarde, cuando me di cuenta que mis poderes ya no eran los mismos que en el pasado y el corazón se había percudido de tanta fuerza que había soportado en la vida. Hubo una época en el que se pulverizaban sobre mí las rocas más grandes.

Nací en Calcuta; pero a escasos meses de haber puesto mis pies en el mundo, me llevaron a Italia, adonde vuelvo cada tanto, porque allí están los míos. Mi familia es de Cosenza, Calabria.

Un escritor colombiano que fue Premio Nobel, habló de mí como de Blacamán el bueno y Blacamán el malo. Lo que no es verdad. En realidad, yo lo inventé a él como escritor.

Fui domador de fieras. Amaestrador de leones. Hipnotizador de multitudes, y deambulé por la jungla humana, de los rascacielos, los trasatlánticos, los caminos de Europa y hasta la misma China y Japón. Estuve en las urbanizaciones subterráneas que la gente se niega a mirar. Pero la guerra es la guerra y acabó conmigo, es decir, aniquiló mi circo. Los gobiernos decomisaron mis elefantes, mis tigres, mis leones, hasta sacármelo todo... Absolutamente todo.

Tuve un hermano llamado Giovani que tenía un taller mecánico en Mariperez, Caracas, donde empecé a arreglar heladeras y componer cocinas, cuando el brazo derecho me dejó de obedecer.


Teresa fue mi asistente y colaboradora desde 1932. Nos conocimos en Génova y desde allí no nos separamos más. Nos casamos en ciudad Bolívar en 1942. Y no tuvimos hijos... ¿Para qué? Si teníamos el circo. Y el General Juan Vicente Gómez me regaló noventa mil bolívares por una sola función.

Ya lo dije, si no hubiera sido por la guerra, hoy sería multimillonario...

Mire, puedo decir que Hitler fue una mentira; pero Blacamán, sigue siendo una realidad...
De película


BOGART










A Humphrey Bogart
jamás se le hubiera ocurrido
ser un espectador
de mi propia vida;
porque a Humphrey Bogart,
que era un duro de los cuarenta,
que jamás conoció los destellos
de estas estrellas increíbles
de South América,
que no tienen los sueños
de la Paramount
ni piensa en tecnicolor,
jamás se le hubiera ocurrido
saber nada de mí.
que estoy en el límite
contra la gran pared;
porque a Humphrey Bogart,
jamás se le hubiera ocurrido
saber nada de la historia
de esta parte del mundo,
donde se golpea más duro
que en cualquier película
de gángster de Chicago
o de cualquier suburbio
de New York City.


A Humphrey Bogart,
no se le puede decir:
“Oye Bogie, qué tal
te parece este crujir de huesos,
qué tal te suenan
estos ojos destrozados
como vidrios de parabrisas
de tanto ver y sentir,
contra esta gran pared
que significa ser
una fiera acorralada,
que recibe golpes todos los días,
que siempre cae, cae, cae,
que siempre se ahoga en su peso,
que siempre se pisotea,
y que nunca, nunca, podrá decir:
Oye Bogie,
eres un tipo fenomenal,
que apenas si sonríe
y se lleva todo por delante.
Oye Bogie,
qué te parece tanta muerte
en esta South América bestial,
con sus hermosas estrellitas,
donde nunca se te hubiera
ocurrido habitar,
ni aún para una gran premier...
Oye, Bogie,
jamás permitas eso,
de que me duela la cabeza siempre,
de que me duela el corazón siempre,
y hoy más que ayer,
de que me duelan estos brazos
que no sirven para golpear,
de que me corten la lengua
que no quiere mentir...
Oye, Bogie,
no dejes que me acorralen
como ahora en este callejón
de la Muerte
de todos los días,
donde se arrastra el alma,
y Humphrey Bogart existe..

Oye, Bogie,
no dejes que me quiten los sueños... »

(1976)

(De Concertina de los rústicos y los esplendorosos,
El perro y la rana, Caracas, 2008)
Cine mudo


MIRADA DE BRUEGHEL


A esta época le salen plumas, no sueños.
Cacarea el huevo, no la gallina.
De la boca de un descomunal pez podrido,
aparece un filólogo, un sacamuelas,
un loco, un cazador de bestiarios,
y una interminable caravana de esqueletos.
A esta época se la ve pedalear
con la lengua afuera, no sentir.
Se va apolillando el crepúsculo, nunca
/ la bufanda.
A todo esto: un camarógrafo de cine mudo
/ filma toda la pesadilla,
y el poeta invernando,
arropado entre viejas plumas y sueños,
hasta el borde de la nariz, no las orejas.
A esta condenada época, que ríe como
/ una anciana ya sin dientes.


(De Mirada de Brueghel, F.C.E., México, 1990)

Función privada



EL DIRECTOR BER
GMAN ENCUADRA
EL ULTIMO VESTIGIO


El director Bergman encuadra el último vestigio
/de la divinidad.
Todo el tiempo imagina que un triste payaso es dios,
que una pobre prostituta está próxima a la revelación,
que un dueño de circo es incapaz de manejar sus propias
/emociones
y cae víctima de sus fantasmas.
¿Acaso su destino está en una carta de Tarot?

El director Bergman, enfoca con su cámara de los horrores
al infierno que hay detrás de cada rostro,
y el silencio es un bosque encantado
en el que-maneja a sus criaturas.
Y he ahí la danza macabra con sus piruetas de la muerte.


Luego, el director Bergman vuelve su fumadora
/hacia el espectador,
dejando en el pasado a sus doncellas, príncipes,
/niños complicados,
y hace del público su película magistral.
Su reino inolvidable.

Y dice: "ése de la platea que rece de rodillas",
y el pobre idiota reza,
y se siente un mendigo en medio del templo.
Y dice: "aquél de la cuarta fila que se haga el muerto",
y el pobre diablo ya lo está: no come desde hace días.
Se hará el saltimbanqui en cualquier crepúsculo
/celestial.
Vuelve a decir: "la vampiresa de rojo que se haga
/la loca",
y enseguida la pobre infeliz comienza a delirar.
Hasta hace poco se creía Juana de Arco.


El director Bergman conduce a todos al delirio
y a cada uno en su papel.
¿Será ésta la oportunidad que a todos les aguarda?


Cuándo llega a mí, dice: "usted será el ilusionista",
y yo le contesto que siempre lo he deseado,
que a cada rato me lo repito porque tuve una vida
/para eso,
pero que soy muy mal actor...


(De Hypnos, Gabrielle Editores, Lima, 1995)
Infundios

VISITA A PETER LORRE




Me creían asesino de niños por haber trabajado en el film de Fritz Lang, "M,el vampiro de Düsseldor". Sí, el cine crea esos estigmas que pueden enloquecer a cualquiera. El mismo periodismo me creía un psicópata.

Ya en 1934, a consecuencia de la demencial carrera hacia el poder del fascismo en Europa, trabajé para un director británico, Alfred Hitchcock, en una película que significó mucho en mi carrera: "El hombre que sabía demasiado". ¡Y otra vez el estigma de secuestrador de niños!...

A mí, después de todo, me gustaban esos papeles; aunque me mostraban como a un hombre perverso y misterioso. ¡Lo difícil, mi amigo, es el encasillamiento en tal o cual papel, en tal o cual escena tortuosa! Son gajes del oficio, lo sé, que uno va sobrellevando con toda profesionalidad. ¿Se da cuenta? Sin frivolidades. Yo nací en 1904 en Hungría. Mi verdadero nombre es Lászlo Löwenstein. Allí comencé mi vocación de actor y fui de lugar en lugar, hasta que me uní a un grupo de teatro alemán y fui amigo de Bertold Brecht. Recuerdo que en esos años convulsos y por demás difíciles, también estuve en Suiza.

En 1924, cuando sólo tenía veinte años, debuté en Austria; pero fue hacia 1931 que empecé en el cine en una película de Hanna Schwarz y Max Vacourball, "Bombas en Montecarlo", donde quedé preso del celuloide... Después vinieron "El agente secreto" (1936) y una en la que represento a un psicópata cirujano, "Mad Love" (1936) y un papel que me dejó profunda huella en el alma, el Raskolnikov de "Crimen y castigo" (1935), un personaje nihilista de Dostoyevski.

Fue hacia 1940 cuando me siento en el momento más alto de mi carrera con "El halcón Maltés"; "Casablanca" (donde traficaba pasaportes) y "Pasaje a Marsella", entre otras, conjuntamente con Humphrey Bogart. Quiero decirle que cada personaje, por duro que fuera, era una reencarnación literaria en toda su envergadura. Y muchas veces llegué a sentirme parte del libro y no al revés, en la que el libro es parte de la película. ¿Se da cuenta?

Demás está decirle que soy un campeón en eso de perder la noción de la realidad. Ahora, por ejemplo, no sé si existo porque interpreté el libro, o el libro me interpretó a mí, un actor que con el tiempo dirigió sus propias sensaciones extrapolando su propia película en Alemania en "Der Verlorene "(1951). Así que cumplí con un viejo sueño: el de ser director y actor al mismo tiempo. Esa es una ambición que más tiene que ver con la poesía y los entretelones de la técnica dinamizante de la gran obra. ¿No lo cree usted así? El polifacético John Huston (que era un provocador en esa clase de estética) pensaba en eso. ¿Y qué me dice entonces de Michael Curtis en "Casablanca"? Porque ahí sí estoy imponente.

Como le decía, he sido sospechoso de escenas tenebrosas de las que nunca participé y de escandalosas historias que la imaginación popular ha inflamado hasta lo impensable. Y sin embargo, aquí me tiene. ¡Oh ironía! Muy pocos me han relacionado con el poema "El Cuervo" de Edgar Allan Poe, película que interpreté en los años sesenta, ya casi al final de mi existencia... Sí, la vida es penosa en algunos aspectos; pero enriquecedora en otros. ¡Un trago demasiado amargo para mí, un buscador de imágenes en el desconcierto humano!... Hoy, como ve, soy esa placa: 1904-1964.