domingo, 6 de junio de 2010


Duende en la Noche de la Dama de Bollini



Mi instinto literario me aconseja dejar de lado cierta

carpintería verbal, para dar paso a la escritura. Porque

lo peor que puede hacer un escritor y también un poeta,

es explicar su escritura. Decía Hölderlin que el lenguaje

es la morada del hombre. Y André Bretón accedía a ese decir,

aportando una frase que todavía resuena en mi Casa de la Poesía:

“No existe fruto prohibido, toda tentación es divina”.

Así me asomé a la poesía tempranamente y al modo rilkeano,

por imperiosa necesidad.

No voy a decir cuándo; pero sí voy a decir por qué.

Ya lo he dicho muchas veces. Citaba entonces muy seguido

a Quevedo:

“Retirado en la paz de estos desiertos

con pocos pero doctos libros juntos

vivo en conversación con los difuntos,

y escucho con mis ojos a los muertos.”


No voy a decir que toda visión del poema surge de una

supraconciencia ni nada por el estilo, porque eso me

resulta antipático. Ni que tengo una teoría de la conciencia

que maneja mis planos escénicos dentro del poema,

porque eso es más antipático todavía. Voy a decir que

escribo controlando, eso sí, el entusiasmo y buscando

la calidad de la imagen. Y por sobre todas las cosas,

el ritmo, a la manera de Mallarmé. Siguiendo las unidades

rítmicas de una pieza musical. Ya que Mallarmé insistía

en eso de que toda alma es un nudo rítmico. No puede haber

texto, ya sea poético o narrativo que no tenga música.

Entonces la escritura llega sin previo aviso. Es un paisaje

interior. Y yo no la escribo, porque ella me escribe a mí.

Ya sea en verso o en prosa. Después vienen los libros

y con los libros, esa sensación de estar todavía escribiendo

el poema. Así publiqué los primeros poemarios:

Los gestos interiores; Según las reglas; Son esas piedras

vivientes; Yo creía en el Adivinador orfebre; Hypnos; Mirada

de Brueguel; Los Cantos del Gran ensalmador y, por último,

Concertina de los rústicos y los esplendorosos

Algunos de cuyos poemas leeré esta noche. Y tal vez ellos

me lean a mí. Nerval, decía que había escrito en su juventud

poemas por amor y en su madurez, por desesperación…

Y Rimbaud, ¡ah, Rimbaud!, él descubrió la llama

del athanor alquímico y vio el mercurio de las palabras

cuando dijo: “El poeta se hace vidente mediante un largo,

inmenso y razonado desorden de todos los sentidos”.

Si mi memoria no me falla, (y en mi modesta experiencia

personal), yo empecé al revés de Nerval: escribí por

desesperación en mi juventud, y por amor en la madurez…

Y todavía más, de desamor…O sea del amor arrepentido

o desafiante. Lo que no deja de inquietarme porque a veces

el destino más irritante de una época está en la poesía,

como comenzara diciendo en Poesía Nueva Latinoamericana.

Un libro que empezó por síntesis de las voces de los poetas

de mi tiempo. En la búsqueda de un nuevo lenguaje.

Baudelaire decía: La poesía será cosa de iniciados.

Y yo me metí en eso. Jugué con las imágenes espagíricas

de los alquimistas. Tenía retortas imaginarias, salamandras

escondidas y athanores secretos que buscaban hacer la Piedra

lunaria, es decir, el poema. En cambio Vallejo, descubría que:

“Un poema es una entidad vital mucho más orgánica que

un ser orgánico en la naturaleza. A un animal se le amputa

un miembro y sigue viviendo. A un vegetal se le quita una

rama y sigue viviendo. Pero si a un poema se le quita un verso,

una palabra, una letra, un signo ortográfico, muere”.

Y en esto se empecina mi arte. O sea, mi música interior…


(Palabras previas dichas por el poeta antes de la lectura de sus poemas)



1 comentario:

Eunice Escalona dijo...

Felicitaciones por tan sensible recorrido por los valles, colinas y meandros de tu vida poética. Que en tu caso, tiene un sólo cuerpo e idéntico destino que la vida interior: la escritura de los versos en letras, no hace tanta Poesía, como vivir según sus reglas! Así que no importa el orden del discurso, el material de que está hecha la pluma, si entra primero la desesperación y después la re-flexión o viceversa: importa es ese rayo que sí es visible y sentido por los espectadores-cómplices, manifiestado como elegido camino y también como una premonición, que nos hacen encontrar muchos hilos de metales preciosos para llegar al final de calquier laberinto... y para jugar cualquier clase de Juego. La conexión es sagrada, y se lleva con distinción, con probidad, con trazos únicos, limpios, con perspectivas más allá delos jardines y de la ruinas antiguas.... Es, vivir como Poeta
en una Poesía, soñada y actuada, que aunque cueste la vida entera, es como un arcoiris de señales de tráfico de los espíritus por las contingencias del Universo... Y también, terminan, en cada extremo, en un Lugar de Tesoros!!

EUNICE ESCALONA.-