LA CANCIÓN DEL ÁCIDO PRÚSICO
Ellas
serán las emisarias de mi vida,
acabarán
con todo resplandor, toda armonía,
en el
ácido prúsico de las horas.
Ellas
cantarán, bailarán, darán conmigo,
me
darán un brebaje de magnolias,
fascinarán
al mundo sus violetas,
equivocarán
las mañanas con sus poses de muñecas
en el
estante de la soledad.
Ellas
llorarán los cielos transcurridos
en el
mapa de un bar olvidado.
El
estaño resplandeciente con su grapa inmerecida.
Me
dirán: ¿dónde estuviste encandilado
con el
verso de una madrugada triste?
¿Dónde
estuviste tan letal, tan pasajero,
tan
lector de un tren que se perdió de vía,
que se
acompasó en la penuria de la noche?
Ellas
me traerán mi libro de Baudelaire,
con sus
hojas desgastadas y el gato de medianoche
en el
sofá encantado…
Ellas
intoxicarán mi digital, mi pesadilla,
alentarán
mis fantasmas de la ensoñación
con el
caldo caliente y la frazada dócil.
Ellas
serán las emisarias de mi vida
en el
tintero ausente de la resignación.
MANUEL RUANO
(de
Los cantos del gran
ensalmador, Monte
Ávila, Caracas, 2005)