El poeta Manuel Ruano y la presentadora Lina Caffarello
martes, 24 de mayo de 2016
lunes, 23 de mayo de 2016
jueves, 12 de mayo de 2016
domingo, 8 de mayo de 2016
viernes, 6 de mayo de 2016
Desde el Perú
RUANO, POESÍA DEL
GRAN BUENOS AIRES
“Los
trenes a la hora del crepúsculo son pensamientos que viajan. Cuando
llegan a una estación se abre siempre una puerta para el amor y una
salida para el malamor. Por eso los amantes que se ocultan de la
multitud prefieren las terminales de la noche hasta el amanecer”. M.R.
Por WINSTON ORRILLO
En este
epígrafe se hallan, en definitiva, algunos de los temas, y, diría
yo, el leitmotiv, de
la gran poesía de Manuel Ruano (Buenos Aires, 1943), voz preclara de
un país eminentemente poético, como la patria de Cortázar.
Su nuevo
libro, el que reseñamos, se llama Celebraciones
del vigía, y ha sido publicado por editorial
Dunken, en el
2015.Pero, antes, había lanzado, ocho poemarios, aparte de los
volúmenes dedicados al estudio paradigmático de voces como la de la
inmensa Olga Orozco, quien, en 1996, le escribiera:
“Tú eres un poeta errante como una nube viajera. Tu lenguaje es
tan personal que me cuesta clasificarlo, como al de otros poetas”.
En el
presente texto aletean la sensación del tiempo, de su fluencia
irreversible –representada por la aparición volandera de los
trenes – junto con la cual se halla una presencia-ausencia de/en la
temática de nuestro vate: el amor, la separación de los amantes, su
irreversible condición clandestina, su acabamiento irreversible.
“En
esto los amantes más clandestinos se miran provocadoramente desde
una ventanilla inesperada como ahora te miro yo a ti…Y es por eso
mismo que las despedidas siempre son tristes y tocan un lugar ignoto
del corazón, acaso, decididamente más hondo que la propia piel. De
allí que cada punto de llegada es en definitiva una partida sin
regreso para llegar a la mujer soñada, como una locomotora rugiente
en el mapa tenebroso de la desolación…Consecuentemente, cada punto
de llegada me convoca a ti. Y por mis ojos viaja siempre el tren de
la memoria y de la angustia como una lluvia tenaz y complicada. De la
misma manera que los puentes por donde atraviesa esa visión
sonambúlica de las tardes, también reinventa toda aparición
luminosa de ti como un paisaje amado y terrible”.
He aquí, de
cuerpo entero, al poeta que conocimos y admiramos desde hace varios
quinquenios, incluso cuando vivió entre nosotros, pero no solo
con/para una estancia de viajero anodino, sino dedicado a trabajar
en una antología de la Nueva Poesía
Latinoamericana y estudiar a nuestro cholo
Vallejo, del que publicara Cartas del
destierro y otras orfandades, que obtuvo un
galardón literario en el Premio Nacional de Venezuela, en 2006.
Entre los
volúmenes de poesía de Manuel, destacan Los
gestos interiores y Según
las reglas, publicados por la mítica
editorial Losada, de Buenos Aires (donde, me excuso, asimismo
apareciera mi Orden del día,
1968); otros poemarios suyos, editados en Caracas: Son
esas piedras vivientes; en Quito,
Yo creía en el adivinador orfebre;
Mirada de Breughel, en tanto, apareció en
México, mientras Hypnos
y Los cantos del gran ensamblador,
en Lima y Caracas, respectivamente.
En cuanto a
galardones, uno de sus más importantes fue el Premio Nosside,
de Calabria, Italia; y por sus méritos innegables como lirida y
difusor de la poesía, fue designado Embajador
de la Palabra, por el Museo
de la Palabra de Toledo, España. En 1992,
había fundado, Manuel, entre nosotros, la revista Quevedo;
y en cuanto a prosa lanzó, hace poco, No son
ángeles del amanecer.
Una de las
más altas voces de la poesía en la patria de Cervantes, la de
Justo Jorge Padrón,
ha escrito sobre Manuel Ruano, y yo suscribo plenamente su apología:
"Tus
páginas alcanzan esa sorprendente naturalidad del surrealismo, no
solo en la fascinación ante lo maravilloso, sino también en la
búsqueda del magnetismo pasional del instante, tanto en su manera de
amar como en el enaltecimiento de su propia inspiración…En
ocasiones posee un punto de alucinación, de silencio, de profecía,
que conoce muy bien la soledad del ser humano, convirtiendo la
pregunta en destino y el destino en una pregunta que nos enseña a
interrogar. Por eso reverencio el sentido de tu don poético que en
su ubicuidad sostiene a la poesía y a la narración, alzándolas en
tus brazos como a la mujer invicta, nunca en un tiempo lineal, aunque
lo parezca…¡Qué placer leerte y releerte! Es un oasis, un nuevo
edén que nos redime del aburrido letargo en el que comienza la
senectud. Te felicito con mis mejores palabras y con este grandísimo
afecto que te tengo en mi siempre viva admiración”.
Palabras de
un gran poeta de ultramar a otro grande, de Nuestra América, entre
las cuales, tímida, vacilante, se aupa mi similar parecer.
La Calera, Lima, abril
6 de 2016
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