martes, 21 de diciembre de 2010

Nota extravagante del Renacimiento


Cocinar con venenos


Por Leonardo da Vinci

Ahora he de reunirme con mi señor Cesare y el maestro Machiavelli para tratar de mi conocimiento sobre venenos, y éste es muy escaso, al mostrarse Salai tan poco dispuesto a colaborar conmigo en mis experimentos desde que me descubrió y puso grandes objeciones a que yo colocara cantidades gradualmente crecientes de estricnina y belladona en la polenta de su desayuno, y no quiso de ninguna manera aceptar mi explicación de que esto no tenía otro objeto que fortalecer su inmunidad a las sustancias que podrían servirle otras personas menos amistosas -teniendo en cuenta la reputación de las personas de la casa de nuestro buen huésped.

Tengo, sin embargo, algunas cuestiones clara. La elección del veneno ha de depender del efecto que tratéis de crear en la persona. Así, éste provoca estornudos y este otro la muerte total. Los diferentes venenos disponibles no habrás de confundirlos el que se esté incitando en el arte del envenenador. Habrá de aprender que la estricnina causa tortícolis y terror; que las bayas negras y marrones de la belladona son la causa de los ojos desorbitados y del delirio; que el acónito (que tan a menudo se confunde con las raíces del rábano picante) provoca estremecimientos y vómitos; y que la cicuta es uno de los que causan la muerte total. Hay otros de cuyos efectos no estoy seguro debido al egoísmo de Salai, y éstos son: la raíz de serpiente, el ruibarbo, el tanaceto, las bayas negras de la hierba de San Cristóbal, los frutos de beleño, el muérdago, las aguaturmas y el moho de algunos quesos de Mantua. Mas de una cosa estoy bien seguro. Un buen veneno siempre ha de administrarse al comienzo de una comida, pues actúa con más rapidez en un estómago vacío; y usado de esta manera beneficiará tanto al envenenador, que no tendrá necesidad de usar más que una pequeña dosis de su arma, como al anfitrión, que no deseará que las diversiones que haya dispuesto ofrecer a sus invitados tras la comida se vean estorbadas por la agonía de su víctima.
(De Notas de Cocina de Leonardo da Vinci)


jueves, 9 de diciembre de 2010

Comentario

Sobre el Dios de los sueños


H Y P N O S

Por Edda Piaggio

No en balde “HYPNOS” es hijo de la Noche y hermano de Thanatos, la muerte. Por algo Manuel Ruano eligió ese nombre para su libro.

Titular es tarea harto difícil. El mundo de todo hombre se desenvuelve en contradicciones y nostalgias y no se puede admitir la virulencia de un relámpago, el pensamiento rápido para documentar muchas páginas. Caracterizar lo esencial es obra de la poesía. Y aquí tenemos este libro como conciencia de un creador que no se acerca a ninguna fórmula superficial que siga la moda y coloque al lector en disonancia con sus consignas más íntimas.

Yo conocí a Manuel Ruano en Rosario, en un noviembre lejano en un encuentro literario al que ambos habíamos sido invitados y me regaló su libro “HYPNOS” publicado en 1995 por Gabrielle Editores (LIMA).

Por aquel entonces Manuel Ruano ya llevaba editados muchos opus en Argentina – donde él nació – y en muchos otros países latinoamericanos. Supe también que había sido galardonado con cantidad de premios internacionales pero a eso le resté – y le sigo restando – importancia. Fue cuando después de un tiempo caí en sus páginas y con asombro adiviné su intensidad extraordinaria.

Cada poema comienza con un largo párrafo en mayúscula que sirve de energía y desarrollo a una fila de ideas y metáforas ligadas como brasas en un lenguaje especial.

Son sentencias, son fundamentos. El vocablo sale a luz trabajosamente como elemento de misterio que sale a la vida.

Eligió para una de sus piezas un acápite de Georg Trakl, el austríaco nacido en 1887, tan preferido por Ernesto Sábato: “Deja que ebria de vino caiga la cabeza en el arroyo”.

Allí Ruano comienza su poema diciendo

COMO EN LAS FRÍAS ESTACIONES DE LOS PÁJARO DE LA ILUSION

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Afuera, está el jardín con la madre muerta.

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Los frutos del árbol de la soledad

dan las flores más tristes este año.

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y nadie de la casa piensa severamente

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Son como inválidas criaturas sin gloria

que deambulan por el pasado

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Sus manifestaciones continúan dentro de ese clima como continúa el aire bajo los cielos quietos de arbustos y ramas.

En lo que me es personal, pocas veces me abandono a un poemario. La experiencia ya tan larga y el escenario de dudas y razón me lo han impedido. Pero hoy escribo para dignificar una existencia y despreciar la trivialidad del signo. Menciono su nombre para que lo recuerden y sepan unirse a su poesía. Y para que todo aquel que se siente solo oiga cuando Manuel le dice: “yo escucho tu voz como si fuera el mar”.


Edda Piaggio

Montevideo, Uruguay, 1928. Escritora y poeta. Autora de, entre otros, los libros de poemas: Llanuras rituales (1972); Ciruelo rojo (1982); Las rejas del alba (1989); Cirios (1991); Pasos (2000).Algunas de sus obras poéticas fueron musicalizadas en composiciones para soprano y orquesta.



sábado, 4 de diciembre de 2010

Novedades literarias

Libro de Manuel Ruano

Ha sido editado por el CELARG
(Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos
Rómulo Gallegos)

Caracas, Venezuela, 2010.