jueves, 4 de marzo de 2010

Los dandys:


DE MI ICONOGRAFÍA
Por Alejandro Sawa

«Plantez un saule au cimetière.»
De Musset.

En estos días rientes de la maga Primavera, todos los enamorados en París, dos a dos —¡oh, inefable y cándido misterio!—, ofrendan a Musset flores y preces, flores de los jardines y preces del corazón, cálidas como epitalamios.

Murió, en efecto, un día de mayo de hace cincuenta y un años. «Yo soy el poeta de la juventud», decía. «Debo morir en la Primavera.» Y al extinguirse, las musas y las mujeres lloraron como en los días en que, con Pan, se fueron los postreros dioses de la tierra.

Tengo el modelo ante los ojos de mi deslumbrada memoria: un gran Musset, en los tiempos heroicos de su adolescencia, recostado sobre un diván —yo no puedo concebir de pie y erguido a ese poeta— y envuelto en la túnica de Manfredo; pero no acude a mi imaginación, con la generosidad de otras veces, el sentido lineal y cromático de la figura que me propongo dejar estampada aquí —y eso me desespera, porque Musset es una de las más evidentes figuras de mi museo interior...

Yo lo veo moralmente con dos rostros, bicéfalo, como un monstruo asiático: la cara plácida e iluminada por un sol de Atenas, de los días buenos, y luego, en los días malos, en los días de niebla y de alcohol, la cara fatal de un maldecido que purgara en la tierra crímenes que, por lo horrendos, no pudieran decirse.

Hay el Musset adolescente y el Musset de la decadencia: el primero, que fue un creador divino, del que Sainte-Beuve pudo decir: «Nadie, al primer golpe de vista, producía como él la impresión del genio adolescente», vivió sólo diez años: todas sus obras líricas y dramáticas las levantó antes de los veintisiete años; el segundo, que fue un destructor sataníaco, vivió diecisiete. Y a mí se me antoja más interesante el Musset de la derrota que el del triunfo porque siempre he creído a Lucifer más propio de la oda que al ángel bueno que guarda la entrada del Paraíso.


Con un joven dios ha sido frecuentemente comparado. Y yo añadiría que con un joven dios de las viejas teogonias nordiales. Era un efebo rubio, azul y blanco: en jaspe, oro y mármoles policromos para el basamento debería ser tallada su estatua. Jorge Sand, su inmortal amada, lo conoció, así, en aquel esplendor. Su amor, obra fue de un deslumbramiento. Quedó cegada ante aquel magnífico ejemplar de la gracia cuando se transforma en criatura mortal. Y, herida de muerte, sangró lágrimas toda su vida.


Es curiosa la correspondencia en que la autora de Elle et lui platica con Sainte-Beuve de aquellos sus amores. Hay una carta, la primera de la serie, que alumbra con luz intensa una de las más lóbregas emboscadas del destino, que yo sepa; concluye así: «Después de haberlo meditado, pienso que sería mejor que no conduzcáis a casa a Alfredo de Musset para presentármelo. Es demasiado dandy para mis gustos, y creo que no llegaríamos a entendernos nunca. Más que interés es mera curiosidad lo que me inspira» (marzo de 1833).

¿Coquetería, quizás, de hembra que huye por el solo gusto de ser alcanzada?


Pero el mal azar quiso (¿y por qué no el índice bueno del destino, puesto que a ese momento inicial debemos La noche de Octubre, entre otras composiciones soberanas?) que se encontraran algún tiempo después en una comida de la Revue des Deux Mondes, y al día siguiente Jorge Sand escribe a Sainte-Beuve, su misericordioso confesor, anunciándole sin ambages que es querida de Musset y que puede decirlo así a todo el mundo.

Estos amores de Musset quemaron y agotaron toda su sensibilidad moral y artística. En la historia de la mayor parte de los hombres el amor es sólo una anécdota; pero aquí es una vida: una vida de pie y entera, una vida en toda su extensión, porque Musset sólo fue hombre y poeta mientras amó; luego el cuitado pudo asistir a los propios funerales de su genio. Un día, las gacetas de París anunciaron que Jorge Sand y Alfredo de Musset habían ido a pasar una temporada en Italia; otro, poco tiempo después, que el poeta se encontraba enfermo y agonizante en Venecia; luego, que Musset había regresado solo y viudo, en plena vida, de la mujer que había asociado a su destino. Y se hizo la noche, desde el momento aquel, en la vida del mísero; una triste y larga noche, sólo alumbrada por las livideces, como espectrales, del alcohol ardiendo en el fondo de las poncheras, las noches en que Baco el velloso recibía triste consagración, como en los días idos de la Grecia agonizante.

Como en las obras de enredo, el drama de Venecia tuvo más de dos personajes: un doctor Pagello, ante cuya armazón física no se mostró esquiva, a lo que parece, Jorge Sand, representó en él una acción preponderante.

De Pagello es esta frase monstruosa, que he visto impresa al pie de una carta dirigida a Jorge Sand: «Il nostro amore per Alfredo.»

Pero Musset, estaba cansado de aquellos amores de fiera desleal: su ilusión había quedado en Venecia tumbada en el fango, con las alas tronchadas.

Y no consintió ya nunca jamás abrirle las puertas de su corazón, frío y hórrido como una fosa abandonada, a la enamorada pecadora.

Fue en vano que llamara, que implorara, que rugiera, que amenazara. Musset estaba cansado y desangrado.

Ella le escribió: «No me ames, puesto que dices que no puedes, pero acéptame a tu lado y luego golpéame si quieres; todo lo prefiero a tu indiferencia.» Y, encarándose con Dios mismo, le decía:
«¡Ah, devolvedme mi amante, y yo me tornaré devota y yo desgastaré con mis rodillas las losas de las iglesias!»



Llegó a más: uniendo el gesto a la palabra, se cortó un día la magnífica cabellera, que era el más lucido prestigio de su belleza, y se la envió a Musset, como ofrenda bárbara a un Dios implacable y cruel; otra vez la encontraron tendida ante la puerta del ídolo, como una muerta, atravesada en el umbral, como un perro también que aguarda a su amo.

No pudo ser.

Y de allí en adelante la vida de Musset no fue sino una monótona exposición de horrores: luego vino la impotencia de escribir, cuya causa no le era desconocida, pero contra la que no podía reaccionar. Como asistía al desastre de su ser día por día, hora por hora, es seguro que vivió embrujado por la tentación del suicidio todo lo largo de su postrero trayecto mortal. El demonio del alcohol había hecho presa en sus entrañas y ya no le soltó hasta su muerte. Vivía aislado, raído de tedio. Y llegó a no figurar en el movimiento literario de su país, como si efectivamente hubiera muerto.

Heine dijo: «Musset es tan ignorado por la mayoría de Francia como podría serlo un poeta chino.» Sus breves amores con la Malibrán parecieron reanimarlo momentáneamente pero cayó de nuevo en más hondas y definitivas desesperanzas.

El glorioso efebo que Jorge Sand había amado, y que Grecia hubiera ungido de flores, se trocó en un hombre frío y altanero y —fuerza es decirlo— antipático: él mismo lo reconoce en carta dirigida a uno de sus escasos amigos de la última etapa: «Me he mirado por dentro y por fuera, y me pregunto si bajo este exterior rígido, mal encarado e impertinente, poco simpático, en fin, no hubo primitivamente un hombre de pasión y de entusiasmo, un hombre a la manera de Rousseau.»

definitivamente el 1 de mayo de 1857; murió diciendo: «¡Dormir, quiero dormir!»Alfredo de Musset murió


Bueno es dejar estampada aquí la suprema ironía de que al día siguiente sólo veintisiete personas asistieron al sepelio. Y pienso yo, al evocar este recuerdo y el de Poe y el de Baudelaire —sagrado tríptico—, que de entonces acá todas las apoteosis mortuorias son injustas y sacrílegas. Verdad es también que no se celebran funerales en nuestra baja tierra cuando alguna estrella deja de arder en el firmamento...

La preocupación fija de todo intelectual cuando rinde sacrificio —¡divino sacrificio!— a Baco consiste en dominar al potro salvaje, en manejarlo como a corcel de circo, en hacer ver que la voluntad y no el alcohol es quien dibuja el gesto y combina el alfabeto decisivo de la acción.

¡Vanidad de vanidades! No hay fuerza humana que iguale al poder expansivo de la pólvora, ni voluntad que no se disuelva —¡la miseria!— en el ácido de la uva fermentada.

Sin embargo, Dionisos es, con tanto imperio, creador como Júpiter o Apolo. Las más bellas acciones de la vida, ¿no han surgido de un sueño, del sueño de Alguien?


Hoy mi situación de alma es la de un hombre que está en capilla para ser ejecutado al día siguiente: cumplen mañana plazos improrrogables de mi vida, y no sé cómo darles cara. Yo me desangraría y me haría descuartizar y vendería mi carne a pedazos, si en ello viera medicina para mis males. Yo me desangraría y me haría descuartizar, sobre todo, por evitarme el oprobio de, hoy como ayer y mañana como hoy, tener que solicitar del azar lo que por fatalidades de mi sino el trabajo no ha querido concederme. Pero es baldía la protesta. Y como todos los desgraciados, rezaré preces a la Casualidad, a ver si me salva...

Lord Byron en el cine

LORD BYRON

(1788-1824)

George Gordon Noel, más conocido como Lord Byron, nació el 22 de enero de 1788 en Londres (Inglaterra). Era hijo del capitán John Byron y de su segunda esposa Catherine Gordon of Gight.
En 1798, tras el fallecimiento de su tío abuelo William y de su padre, heredó el título de barón Byron.

De mediana estatura, constitución más bien gruesa y una cojera de nacimiento, el joven George estudió en la ciudad escocesa de Aberdeen hasta los diez años.
Con su enfermera May Gray se inició tempranamente en la sexualidad.

De vuelta a Inglaterra, se instruyó en la Escuela Harrow, enamorándose de su vecina Mary Chaworth.
Con posterioridad acudió a la Universidad de Cambridge, en donde sus encuentros sexuales fueron muy numerosos.
Por esta época dio inicio a sus viajes por el sur de Europa, visitando países como España, Italia, Albania, Grecia y Malta.

Sus primeros escritos poéticos publicados se recopilarían en el volumen "Horas de Indolencia" (1807), que sería vapuleado por los críticos. El joven barón respondió con la sátira "Bardos ingleses y críticos escoceses" (1809).

En 1812 publicó "Las peregrinaciones de Childe Harold" (1812-1818), la primera entrega de sus recuerdos poéticos sobre sus viajes por el continente europeo.
Ese mismo año inició una relación amorosa con Lady Caroline Lamb. Un año después su acompañante sería su hermanastra Augusta Leigh.
En el año 1814 apareció uno de sus libros más populares, "El corsario".

En 1815 se casó con Anna Isabella Milbanke, pero poco tiempo duró el enlace, ya que tras concebir una hija llamada Ada, la pareja terminó separándose en 1816.

Ese mismo año, harto de las críticas por sus apegos bisexuales y escándalos, Lord Byron dejó su país para siempre y se marchó a Ginebra (Suiza) con su médico y secretario particular, J. W. Polidori.


Más tarde se trasladó a Venecia y Pisa (Italia), en donde

escribiría "Manfred" (1817), "Beppo" (1818), "Mazeppa" (1819) y, entre otros libros, "Don Juan" (1819).

En Pisa y en el año 1822 creó "The Liberal", un periódico fundado junto a Percy B. Shelley y Leigh Hunt.

Falleció en plena lucha por la independencia de Grecia contra los turcos, cuando contrajo unas fiebres en Missolonghi que acabaron con su vida el 19 de abril de 1824. Tenía 36 años.
La vida y obra de Lord Byron le consagran como uno de los principales baluartes de la literatura romántica, con el protagonismo de un melancólico héroe rebelde, lleno de sensibilidad y en permanente búsqueda de emociones.

CANCIÓN DEL CORSARIO
Por Lord Byron

En su fondo mi alma lleva un tierno secreto

solitario y perdido, que yace reposado;

mas a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,

como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.

Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,

hay en su centro a modo de fúnebre velón,

pero su luz parece no haber brillado nunca:

ni alumbra ni combate mi negra situación.

¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba,

tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido...

la pena que mi pecho no arrostrara, la única,

Es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.

escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras

la virtud a los muertos no niega ese favor-;

amé... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,

la sola recompensa en pago de tu amor!...

lunes, 1 de febrero de 2010

DANDISMO Y NINFOMANÍA

"para ser elegante es necesario gozar del
ocio sin haber pasado por el trabajo"
Honoré de Balzac


En la historia de la literatura en Francia se da, entre otros, un precedente del dandismo femenino con la escritora George Sand (seudónimo de la baronesa Amandine Aurore Lucie Dupin), hija de un militar del ejército francés llamado Dupin, que descendía del rey Augusto II de Polonia. Había nacido en París el 1 de junio de 1804.


George Sand pasó la mayor parte de su infancia en un paisaje campestre, en Nohant, y estudió con las Monjas Agustinas Inglesas en un convento de París. En 1822 se casó con el baron Casimir Dudevant, un rico y poderoso hacendado, lo que la convierte en baronesa por derecho nobiliario. Pero la escritora no se demoró en abandonar a su marido y trasladarse luego a la capital francesa, donde comenzó a vestirse con vestimentas masculinas y dedicarse a una vida sexual tempestuosa en el mundillo intelectual de su época. André Maurois, dice de esta escritora: "la historia de George Sand es la de una mujer que, por su nacimiento, se encontró colocada en la frontera de dos clases y, por su educación, en una zona en la que se encontraban el racionalismo del siglo XVIII y el romanticismo del XIX; que, habiendo perdido a su padre en la infancia, deseó reemplazarlo al lado de una madre adorada,adquiriendo por ello un comportamiento viril; que fue confirmada en esta actitud por la educación viril que le dió un profesor un tanto loco y por los trajes masculinos que le hizo vestir; que a los diecisiete años se vio independiente, dueña de una propiedad en Nohant, ama de una casa, y que intentó siempre,inconscientemente, recrear este libre paraíso de su adolescencia; que jamás pudo soportar un amo y pidió al amor lo que en la maternidad hallaba:una oportunidad de proteger a seres más débiles..." (Lélia o la vida de George Sand, Emecé Editores, 1955)



Corría ya el año 1831, cuando se unió a un grupo de distinguidos artistas, entre los que figuraban el novelista francés Honoré de Balzac y el músico húngaro Franz Liszt. Lo que, por añadidura, la hizo célebre tanto por sus escritos como por sus idilios y deslices amorosos, especialmente por su relación con el poeta francés Alfred de Musset y con el compositor polaco Frédéric Chopin. Con éste último realizó un viaje a la isla de Mallorca, a la villa de Valldemosa, que por su invierno cálido y seco convenía a la salud del compositor. Este suceso fue narrado por la autora en su libro Un invierno en Mallorca, publicado en 1841.

Hasta aquí, los datos reales. Hay una cara o cruz en su historia personal.
Fiodor Dostoievsky la resalta con palabras dignas de un especial elogio en su

Muerte de George Sand, donde dice:

"El último número del Diario, correspondiente a mayo, estaba ya compuesto y en prensa cuando me enteré por los diarios de la muerte de George Sand (murió el 8 de junio de 1876). De este modo no alcancé a decir siquiera una palabra acerca de esta muerte. Pero había bastado que leyera esa noticia para comprender cuánto significó en mi vida aquel nombre, cuánto correspondió en una época a ese poeta, de mi entusiasmo, de mi admiración, y todo lo que me dio entonces de alegría, de felicidad. Sin temor escribo cada una de estas palabras, porque así fue literalmente. Ella fue una de nuestras contemporáneas (quiero decir, nuestras) que más plenamente realizó el tipo de idealista de los años treinta y cuarenta. Es uno de los nombres de nuestro poderoso siglo, presuntuoso y al mismo tiempo doloroso, pleno de ideales inexpresados, de los más indefinidos deseos, nombre que surgió allá lejos, "en el país de las sagradas maravillas!", que nos atraía quitando a lo nuestro, nuestra Rusia siempre en gestación, mucho pensar, mucho amor, la fuerza de santos y nobles impulsos, vivísima vida y caras convicciones. Pero no debemos lamentarlo: exaltando tales nombres y admirándolos, los rusos sirvieron y sirven a su más verdadera misión. Que no se asombren de estas palabras mías, y sobre todo en relación a George Sand, acerca de quien puede hasta hoy discutirse y a quien la mitad de nosotros, si no las nueve décimas partes, ya alcanzaron a olvidar; pero ella a pesar de todo desempeñó un papel entre nosotros en su tiempo, ¿y quién estará más dispuesto a recordarla sobre su tumba que nosotros, sus contemporáneos de todo el mundo? Nosotros, los rusos, tenemos dos patrias: nuestra Rusia y Europa, aun en el caso de llamarnos eslavófilos (que ellos no me guarden enojo por esto). No es preciso disputar sobre ello. La más alta entre las altas misiones que los rusos reconocen como un deber asumir en el futuro, es la misión de reunir la humanidad en un solo haz, es el universal servicio a la humanidad; no sólo a Rusia, no al mundo eslavo, sino a la humanidad toda."Existen fuentes históricas que dicen que no tardó en forjarse una fama de mala reputación por su libertina conducta sexual, algo indudablemente mal visto por la sociedad de su época y que recuerda al sadomasoquismo del Divino Marqués:" gustaba de azotar y de dar azotes a su pareja, para lo cual contaba con un complejo arsenal de artefactos eróticos". Esa forma escandalosa de comportarse en el lecho y su legión de amantes, a los que solía reunir para practicar el acto amoroso en conjunto, hizo que su figura fuera vilipendiada en el círculo aristocrático. La nota de Fiodor Dostoievsky , sigue diciendo:

"Reflexionadlo, y también vosotros aceptaréis que los eslavófilos reconocieron eso mismo - por eso nos exhortaban a ser más estrictamente rusos, a serlo más firme y responsablemente-, comprendiendo precisamente que esa tendencia a unificar la humanidad es el más importante rasgo de la personalidad rusa, así como su misión. Por otra parte, todo esto exige todavía muchas explicaciones, por lo menos la de que el servicio de un ideal universalmente humano y un aturdido vagabundear por Europa, abandonando voluntariamente la patria, son dos cosas diametralmente opuestas, aunque hasta ahora se las confunda. Por el contrario, mucho, mucho de lo que tomamos de Europa y trasplantamos entre nosotros no se limitó a la copia servil, como indispensablemente lo exigen los Potuguin, sino que lo incorporamos a nuestro organismo, a nuestra carne y nuestra sangre; hemos sobrellevado y hasta padecimos con independencia punto por punto, como en el Occidente, otras cosas que allá eran familiares. Esto es lo que los europeos no quieren admitir por nada del mundo; lo que ha sido mejor, por el momento. De ese modo se cumplirá más imperceptible y tranquilamente un proceso indispensable que asombrará al mundo en sus consecuencias, proceso que puede seguirse del modo más claro y palpable en la actitud que observamos con respecto a la literatura de los demás pueblos. Sus poetas son para nosotros, al menos para la mayoría de nuestras gentes cultivadas, igualmente familiares que los suyos en sus países de Occidente. Yo afirmo y repito que todo poeta, pensador, filántropo europeo, aparte de su propia tierra, en ninguna otra parte del mundo es tan íntimamente comprendido y más aceptado como en Rusia. Shakespeare, Byron, Walter Scott, Dickens, nos son más familiares y comprensibles que, por ejemplo, a los alemanes, si bien por supuesto circula entre nosotros sólo la décima parte de los ejemplares, en su traducción rusa, que en la libresca Alemania. La Convención francesa del año 93 al otorgar una credencial de ciudadano "au poète allemand Schiller, l'ami de l'humanité", a pesar de haber hecho con ello un gesto hermoso, soberbio, profético, no sospechaba siquiera que en el otro extremo de Europa, en la bárbara Rusia, ese mismo Schiller era bastante más nacional y bastante más caro a los bárbaros rusos, no sólo que a Francia, la de aquel tiempo, sino a la de más tarde, en todo nuestro siglo, durante el cual Schiller, ciudadano francés y "l'ami de l'humanité", sólo era conocido en Francia por los profesores de literatura y eso no por todos. Entre nosotros en cambio, junto con Yukovsky, se introdujo en el alma rusa, dejó en ella una señal, significó por sí mismo casi un período en la historia de nuestra cultura. Esta actitud rusa respecto a la literatura universal es un fenómeno que casi no se ha repetido en otros pueblos en tal medida a lo largo de toda la historia, y si esta característica es realmente nuestra particularidad nacional rusa, ¿qué susceptible patriotismo, qué chauvinismo tendría derecho a protestar contra este fenómeno y no querría ver por el contrario un hecho pleno de promesas y claramente profético para la adivinación de nuestro porvenir?
Todo este encuadre del genial escritor ruso es para poner de relieve a unas de las figuras más importantes de la literatura universal que ganó simpatías y antipatías en torno a otras superficialidades de rigor moralista. Aquel mensaje del autor de Crimen y castigo, concluye diciendo:

"¡Oh!, por supuesto, muchos sonreirán, tal vez, al leer más arriba la importancia que yo atribuyo a George Sand; pero los que rían serán injustos: ya ha transcurrido bastante tiempo de estos hechos pasados y hasta la misma George Sand ha muerto viejita, a los setenta años, habiendo tal vez sobrevivido en mucho a su gloria. Pero todo aquello que en la aparición de ese poeta significó una "nueva palabra", todo lo que tuvo valor universal, todo eso suscitó en el mismo instante en nuestra Rusia fuerte y profunda impresión, no pasó inadvertido, demostrándose con ello que todo poeta que surgiera en Europa, que se levantara allá para enunciar un pensamiento y manifestar una fuerza nueva, no podía dejar de convertirse de inmediato en un poeta ruso, no podía evadirse al pensamiento ruso, y no convertirse casi en una

Como se dijo más arriba, estuvo relacionada románticamente con Alfred de Musset durante el verano de 1833. Después de esa tormentosa relación en Venecia, Musset le dedicaría un libro: Confesiones de un hijo del siglo.
Dos años antes, había tenido ya una relación con Fréderic Chopin, a quien conoció en París. Dentro de su "círculo de amistades" también se encontraban el pintor Eugène Delacroix, el escritor Heinrich Heine, así como Víctor Hugo y,entre otros, Flaubert .

Sand fue una escritora muy prolífica que expresaba en sus obras preocupación por los problemas humanos y los ideales feministas. Escribió sus dos primeras novelas en colaboración con el novelista Jules Sandeau, de quien tomó el nombre de Jules Sand. Su obra siguiente, Indiana (1832), es la primera que firma como George Sand.

Toda su bibliografía se divide en cuatro partes: Las novelas del primer período (1832-1836), como Valentine (1832) y Lélia (1833), eran románticas e idealistas, que, al igual que Indiana, exaltaban elamor libre de las trabas impuestas por el matrimonio convencional. La segunda parte (1840-1848) se caracteriza por novelas del temperamento de Consuelo (1842), en la que expone sus ideales libertarios de corte socialista y humanitario. Después de la Revolución de 1848 se retiró a su casa campestre de Nohant, donde escribió las novelas de su tercer período (1848-1860), basadas en la vida del campo, entre las que se destacan François el Champi (1848) y La pequeña Fadette (1849). Sus últimas novelas recaen nuevamente en el tema social pero de una forma más profunda y, en cuanto a calidad, son consideradas lo mejor de su obra. De esta parte, hay que destacar El Marqués de Villemer (1861) y Jean de la Roche (1860) y entre 1854 y 1855, aparece, Historia de mi vida. Pero es en 1853,cuando se publica Cuentos de una abuela, escritos para sus nietos.

Entre sus frases famosas, hay algunas que se refieren a su "supuesto" torbellino amoroso: "Nos equivocamos a menudo en el amor, a menudo herido, a menudo infeliz, pero soy yo quien vivió, y no un ser ficticio, creado por mi orgullo." Y también, frases de este calibre: "He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes, con gustos opuesto." O todavía, algo así: "Dios ha puesto el placer tan cerca del dolor que muchas veces se llora de alegría."
George Sand murió en Nohant en 1876. Aunque sus novelas fueron muy leídas en vida de la autora y ejercieron una influencia innegable en los nuevos escritores; pero así, también, han ido perdiendo popularidad. No obstante eso, los criterios feministas más recientes le han otorgado un creciente interés a su obra.

George Sand ejerció el papel de dandy en los salones y círculos literarios de Francia haciendo uso de aquella memorable frase de su amigo Balzac: "El dandismo no es sino una herejía de la vida elegante". Y fue ella, la que acunó esta bella frase: "El beso es una forma de diálogo".

De los amores de Chopin y George Sand...


MALDOROR


Me llamo Isidore Ducasse. Más conocido como Conde de Lautréamont, por unos escritos míos realizados a escondidas de las clases del Liceo de Pau en 1864. Aunque yo disfrutaba de las clases de retórica de Gustave Hinstin. No me perdía por nada del mundo de sus disertaciones sobre el Edipo Rey, de Sófocles. Sobre todo ante los desgarradores lamentos y gritos de dolor, al ser arrancados sus ojos maldiciendo su destino. Me estremecía (tengo que decirlo), el límite que hay entre lo humano y lo inhumano. El dios Tánatos colmaba mis aspiraciones existenciales y me volcaba al horror y al caos. Pero también amaba a Hipnos, su hermano, que me transportaba a experiencias inesperadas. Debo confesar que por esa época, detestaba los versos latinos; aunque disfrutara siempre de Corneille y Racine.

Como se imaginarán, soy extremadamente nervioso. Mi carácter, lo sé, se compone de eso: una obsesión por la tragedia y un delirante fervor por todo lo que denote soledad, angustia, repulsión… Estos Cantos, son prueba de mi soledad en el mundo… Maldoror, es mi documento de identidad.


(De Escritos apócrifos)

De Los Cantos del gran ensalmador


POESIA NOVA



El cadáver de Vallejo multiplicóse en células ubérrrimas;
el de Federico en caracolas de mar para empedrar los
/ Jardines de la Alhambra;
el de Neruda en crepúsculos embotellados;
y el de Borges, en ediciones rarísimas de pergaminos
/ góticos...

-¡A ver,sepulturero:
si recoges un poco de aquella luz matinal,
que harto estoy de dogmáticos resplandores!

viernes, 1 de enero de 2010

Un cuento de Poe relatado por James Mason



C O R A Z Ó N
D
E L A T O R
Memorial

EL AMABLE SEÑOR POE

La tentación fue esa muchacha asesinada que flotaba en el Sena,

y sobre quien escribiste la historia de Marie Roget.

(La Noche, que es mi amiga, me lo dice.)

También fuiste el niño abandonado a obscuras en el escenario de un

/ teatro pobre,

cuando tus padres entraron en la sombra.

(La Luna, que es soñadora, me lo dice.)

Y la noche y tú me mostraron, Edgar Allan Poe,

ante los ojos de Palas Atenea con su eternidad de muerte, mirándote

/ fijo.

Con el público delante, mirándote fijo, y suspirando por aquellos versos

/ soñadores.

Y yo repetía, nevermore, nevermore...

Viniste de los sepulcros, bien lo sé, porque el canto viene desde muy

/ lejos.

Como un narcótico difícil de precisar.

Luminoso fuiste por lo ausente, cuando tus párpados se reclinaban

por los pasadizos secretos de la memoria, como una cortina al revés.

Te consagraste, como artillero sin obús en la batalla de la resignación.

Y fuiste jugador de mala muerte de una baraja absurda,

que se cae de ebria en la mesa de los orgullosos.

La Noche (que es mi amiga) me dice haberte escuchado en una sala de

/ Baltimore,

como preludio de la Calle Morgue. ¿Lo recuerdas?

Había un fondo musical en todo eso, como de pabellón en el que se

/ estudian los desahuciados en el suspiro final...

Y yo repitiendo, nevermore, nevermore...

Quedaste así para siempre, como un espectro que va y viene por las

/ calles del mundo, tropezándote con todos.

¡Hubieras buscado en el fondo de tu capote algo con que golpear a la

/ desesperanza!


Cuando te veo pasar tan triste y enfundado en tus pensamientos,

/ te grito:

-¡Señor Poe!...¡Señor Poe!... Soy yo, su amigo, el cuervo.


(Del libro La grieta en el paisaje)
La página del Dandi

El dandismo es un estilo de vida que se pierde en la individualidad de sus carismáticos personajes. La historia del surgimiento del dandismo es imprecisa y en cada época, aparece con características propias. Si de registros se trata, convengamos que tiene un punto de partida en un personaje literario llamado Don Juan y que a lo largo de las centurias, ha tenido diversas versiones a la primitiva, entre ellas, El Don Juan de Lord Byron y la maravillosa obra musical mozartiana Don Giovanni, entre otras exquisitas piezas como las de Moliere, (Don Juan o El festín de piedra), José Zorrilla (Don Juan Tenorio) y muchos otros. El mismo Lord Byron fue un típico dandi que tenía en su filosofía la concepción de vivir el instante como un verdadero esteta. Pero, también, hay que recordar un valioso antecedente en el famoso veneciano Giácomo Casanova. Personaje que recorría Europa seduciendo a cuanta mujer encontraba en el camino y en las palaciegas cortes de su tiempo. Hijo de comediantes y aventurero, dejó escritas sus memorias en francés, también se dice que fue espía y frecuente comensal de Luis XV y Madame Pompadour. También fue perseguido por la Inquisición y en 1753 produjo uno de sus mayores escándalos eróticos al practicar el ménage à quatre entre el abad de Bernis, el embajador francés y dos monjas. Por lo que fue preso en la cárcel de Los Plomos acusado, además, de practicar la magia y por extensión la alquimia. Conoció a Voltaire y a Mozart. Se dice que la ópera Don Giovanni fue inspirada en este célebre personaje que fabricó su propio título nobiliario bajo el nombre Chevalier de Seingalt. En el prefacio a sus Memorias, dice:

“El lector verá en estas Memorias que, no habiéndome enderezado nunca hacia un punto fijo, el único sistema que he tenido, suponiendo que lo sea, fue el de dejarme llevar por el viento que soplaba. ¡Cuántas vicisitudes acarrea esta independencia de método! Mis éxitos y mis fracasos, lo bueno y lo malo que he experimentado, todo me ha demostrado que este mundo, tanto físico como moral, el bien sale siempre del mal, igual que el mal del bien. Mis desvíos enseñarán a los pensadores a seguir los caminos opuestos, o les revelarán el gran arte de mantenerse siempre alejados del peligro. No se trata más que de tener valor, porque la fuerza sin confianza no sirve de nada. He visto con mucha frecuencia que tras un acto imprudente, que debía haberme llevado al precipicio, venía la felicidad; y, mientras me censuraba, daba gracias a Dios. También he visto, por el contrario, cómo una conducta mesurada y dictada por la prudencia traía dolorosas desgracias. Esto me humillaba; pero, convencido de haber tenido razón, me consolaba fácilmente.”


En tanto que el célebre poeta Lord Byron, londinense, era inequívocamente un dandy que imponía la moda por su actitud intelectual y protagonismo seductor en su época. A pesar de haber nacido con una deformidad en un pie, (era patihendido, es decir, con los dedos del pie metidos hacia adentro, lo que le obligó a llevar un zapato con plataforma durante su breve vida). Esto le valió burlas que él replicaba con su famosa respuesta: «cuando un miembro se debilita siempre hay otro que lo compensa». Fue muy célebre en toda Europa y hasta el poeta ruso Pushkin, crea su personaje Eugenio Onegin, dandy inspirado en la epopeya byroniana y que también refleja el ideario del poeta ruso, muerto tempranamente, en un duelo a pistola, como por supuesto debía aceptar batirse un dandy. Lord George Gordon Byron, había nacido en enero de 1788 y murió en Grecia en 1824, involucrado en un movimiento revolucionario de la época. De espíritu libre y de prédica libertaria, fue el difusor más grande del romanticismo poético. Murió de Malaria. Sin embargo, hay quien dice que los preferidos de los dioses mueren jóvenes… Entre sus múltiples amantes, figuró la escritora Lady Caroline Lamb.

De su vida se cuenta que viajaba siempre con un médico. Porque su tendencia a engordar es tan preocupante que a los dieciocho años ya está obeso. Su deseo de agradar le lleva a ponerse a régimen, obligándose a realizar una única comida al día, a tomar baños calientes y a practicar ejercicio físico. De 1807 a 1824 adopta un severo régimen que rápidamente hace de él un hombre delgado. En 1811 decide someterse a una dieta vegetariana. Esto le trajo serios problemas de salud. Tras estar a punto de morir a consecuencia de las lavativas y los vomitivos que le aplica su médico Romanelli, consigue curarse por sí mismo con una dieta a base de arroz y vinagre. A partir de entonces el régimen de Lord Byron variará poco; una taza de té verde y una yema de huevo cruda constituyen su desayuno, a modo de almuerzo toma unas galletas y, de ordinario, para cenar, verduras hervidas y vino. (estas noticias son tomadas del libro Les régimes alimentaires

( De La historia de la belleza de D. Paquet)

No obstante, también en Inglaterra, se da el caso del llamado Dandy de la Regencia que se caracterizó por no ser muy afecto a los lazos rizados, las medias de seda, los perfumes penetrantes, el cordón de oro para el calzado y otras insólitas extravagancias que caracterizaban al señorito aristocrático. Un caso típico fue el Bello Brummell, que para muchos investigadores fue el iniciador, al menos de ese tipo de dandy del siglo XVIII, desdeñando la suciedad, acrecentando hasta límites inesperados su higiene personal y empeñándose en la pulcritud de sus ropas, así como estudiando el nudo de su corbata durante horas antes de salir a su Club preferido, en medio de su extravagancia y refinamiento, tanto intelectual como físico. Se dice que impuso la moda del rapé, o sea la de aspirar tabaco en polvo. Se dice que su razón fue declinando. Varias veces los ocupantes del hotel lo vieron requisar sillas que trasladaba a su cuarto. Las ponía arrimadas a la pared. encendía unas velas y solemnemente abría la puerta de su habitación mientras decía en alta voz:

-¡Su alteza real el príncipe de Gales!... ¡Lady Conyngham!... ¡Lord Alvanley!... ¡Lady Worcester!... ¡Gracias por haber venido!... ¡El duque de Beaufort!...

Indicaba a cada uno de sus fantomáticos invitados la silla que les había destinado y luego volvía a abrir la puerta y exclamaba con énfasis:

-¡Sir George Brummel!

Y despertando de su sueño delirante miraba las sillas vacías y se derrumbaba en el suelo sollozando.

Sus últimos días los pasó en el manicomio, donde murió el 24 de marzo de 1840.

En Francia, se conoció el dandismo en una apariencia más feminoide por su atuendo al que se apodó Dandy Mariposa, por su exagerada pose y sus irónicas ocurrencias. Pero esta apariencia vuelve a tener luego una versión más intelectual en lo que se dio en llamar Dandy de la Decadencia. Y un caso revelador de esta nueva actitud social, se manifiesta en el Conde Villiers de Lisle Adam, Charles Baudelaire y Jules Amédée Barbey d’Aurevilly, entre otros exponentes de la cultura francesa del siglo XIX. En el poema Don Juan en los Infiernos, de Las flores del Mal, Baudelaire clama:

Cuando bajó Don Juan al agua subterránea

Y una vez que su óbolo a Caronte entregó,

Un mendigo sombrío, fieros ojos de Antístenes,

Empuñó los dos remos con vengativos brazos.

Con desceñidos senos y ropas entreabiertas

Se arqueaban las mujeres bajo la negra cúpula,

Y como gran rebaño de víctimas marcadas,

Detrás suyo arrastraban un continuo bramido.

Sganarelle, burlón, su estipendio pedía,

En tanto que Don Luis, con tembloroso dedo,

A los muertos errantes en la margen, mostraba

Al vástago arrogante que ultraja sus canas.

Tiritando en su duelo, la esbelta y casta Elvira,

Junto al pérfido esposo, que fue su amante una

/ hora,

Parecía suplicarle una postrer sonrisa

Donde brillaba el aura del primer juramento.

Enhiesto en su armadura, un gran hombre de

/ piedra

Gobernando el timón, cortaba el agua oscura;

Mas el héroe impasible, apoyado en su estoque,

Contemplaba la espuma, desdeñando la escena.

El gran poeta Charles Baudelaire, dijo en una oportunidad que: “El dandi debe aspirar a ser sublime sin interrupción, debe vivir y dormir frente a un espejo. Eterna superioridad del dandi.” (De Mi corazón al desnudo). Y es posible que su atrevimiento diera para más, acorde al temperamento y a la sutileza del personaje que varió su atuendo a ropas más oscuras, en fumar opio y hachís, vociferar contra la burguesía y, sobre todo, embriagarse con absenta.

El amigo de Baudelaire Jules Barbey d´Aurevilly, compartió las penurias del poeta ante la corte de Francia y la prohibición de sus magníficas Las Flores del Mal. En una esquela, al poeta le dice D´Aurevilly:

Mi querido Baudelaire:

Le adjunto este artículo que usted me ha pedido y que un miramiento fácil de comprender a El País publicarlo, ya que está usted encausado. Me consideraré muy feliz, amigo mío, si este artículo ejerce un poco de influencia sobre el espíritu del que tenga que defenderle y sobre la opinión de los que sean llamados a juzgarle. De usted,

Julio Barbey d´Aurevilly

24 de julio 1857.

Lo demás es conocido. Baudelaire tuvo que eliminar del libro algunos poemas (que más tarde aparecieron en otras ediciones con otros nuevos textos) y la batahola que en el ambiente cultural se desarrolló en torno a su cuestionado poemario.

En unas notas que aparecieron sin terminar después de su muerte, Mi corazón al desnudo, el poeta arremete contra esa burguesía jactanciosa e ignorante: “Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian sin cesar las palabras: ‘ Inmoral, inmoralidad, moralidad en el arte´y otras estupideces, me hacen pensar en Louise Villedieu, puta de a cinco francos que, acompañándome una vez al Louvre, donde jamás había ido, se ruborizó y se cubrió la cara, y tirándome a cada instante de la maga me preguntaba ante las estatuas y los cuadros inmortales, cómo podían exhibir públicamente tales indecencias.”

En otra parte de sus escritos, el poeta hace mención del dandy: “El gusto precoz por las mujeres. Yo confundo el olor de las pieles con el olor de la mujer. Me acuerdo… En fin, amaba a mi madre por su elegancia. Era un dandy precoz”.

El dandi se mueve de acuerdo a un planificado proceder. Ya lo señaló en su Diario de un seductor el filósofo Kierkegaard: “Soy un esteticista, un erótico, que atrapó la naturaleza del amor, su esencia, que cree en el amor y lo conoce a fondo, y que solo se reserva la opinión personal de que una aventura galante no dura más que seis meses como máximo y que todo se termina cuando uno gozó de los últimos favores. Sé todo eso, pero sé también que el goce supremo imaginable es ser amado, ser amado por encima de todo. Introducirse como un sueño en el espíritu de una muchacha es un arte, salir es una obra maestra.”

Volviendo a Inglaterra, otro caso emblemático fue el del destacadísimo dramaturgo y poeta irlandés Oscar Wilde, condenado en su época por su relación sodomita con Lord Alfred Douglas (conocido como Bosie) lo que le valió la cárcel. Su ya clásica novela El retrato de Dorian Gray, en donde condensa todo su ideario acerca del dandysmo, fue pilar en el tema de la juventud eterna y la vejez. Pasó el resto de su vida en París, donde dice haberlo visto el poeta Oliverio Girondo, paseándose con una inmensa flor en el ojal de su vestimenta.

El pensamiento político de Wilde, era el llamado socialismo anarquista. Sus ideas son expuestas ampliamente en el texto El alma del hombre bajo el socialismo.

¿Cómo reacciona el dandi frente al transcurso del tiempo?

En cuanto al tema de su obra El Retrato de Dorian Gray, otro dandi, ahora de origen español, César González Ruano, escritor y poeta del ultraísmo, tuvo la ocurrencia de preguntarle al escritor anarquista Azorín acerca de qué era para él la vejez. Azorín, fue categórico al decirle que era “Falta de curiosidad”. Alegando que no debe tomarse la vejez por abrumadora cantidad de años; porque un intelectual jamás envejece, sino que se enriquece con los conocimientos. “Porque un poeta se mantiene siempre joven. Los hilos de plata de su cabeza vienen dados por los golpes de la vida, no por los años. La lírica mantiene vivo al hombre. El amor nos hace jóvenes; cualquier clase de amor. La música enerva los sentidos, a toda edad. Y la escritura. Hasta el dandismo, ese término elegante y abstracto que hace que la gente se cuide para sorprender a los demás, rejuvenece”.

Configurar una imagen acertada del dandi de nuestros días, tiene su implicancia y condensación ética y estética, lo que hipotéticamente sería un tema de análisis y polémica actual de lo que se podría denominar el Dandi postmoderno. Pero eso, ya, es otra historia…