miércoles, 2 de diciembre de 2009

Spleen


DE LA ACRE REALIDAD VIRTUAL

A veces un día dura toda una semana, como una constelación muerta
/ en el corazón.
Y una noche dura toda una vida para inquietar el olvido como la
/ palabra de un mudo.
Y el olvido es un ataúd para ser enterrado en soledad.

A veces el día y la noche y el olvido,
son la cáscara de tu vida que impide soñar al aire libre,
como una planta reconquistada en la vista nupcial de un huésped
/ inesperado.
De pronto podría haber una estatua, en el día y en la noche,
/ despavorida y sola,
que implora toda la existencia del mundo,
cuando han desertado las campanas de la tarde.
Y todo ha quedado atrás, como la habitación a oscuras redimida
/ del rito cotidiano.

A veces no hay ninguna flor en el parque de las lamentaciones.
Y nadie lee en su banco a Trakl. El horizonte es un bosque de
/ cemento.
Y es fúnebre el sonido de las tuberías rotas.
Ni una cigarra reanuda la posibilidad de hacer una flor con su
/ canto o con su silencio;
porque la noche también es un rito y una carga de recuerdos
/ que pasa de mano en mano.
Ni mil cigarras hacen un perfume. Pero yo también estoy
/ reencontrando tu morada espiritual,
uniendo los fragmentos muertos de una desconocida tristeza
/ interior,
como el contenido de una fuente misteriosa que deja correr
/ sus aguas en un rumor de eternidad.
Había en una época mariposas que hacían un árbol encendido;
pero ni diez de esos árboles encendidos, hacían una mariposa.

Una noche no se hace de ojos;
pero sí un ojo puede contener todo el milagro de una noche.
A veces no hay nadie en el parque de tus pensamientos,
ni un gato, ni un pájaro, ni un grillo que celebre la peregrinación
/ de la luz y de la sombra.

En el suelo están caídas las palabras como estatuas mutiladas
/ de la realidad.
Enceguecido el cielo anuncia a los condenados.
Un televisor imita un amanecer. Y tú estabas ahí, como un amanecer;
pero ni mi televisores te podían hacer a ti.
Y menos aún, anunciar el crepúsculo de una estatua en el parque
/ desértico de nuestras vidas.
Hay que escuchar el viaje de los muertos en los acueductos de la noche
/ que van a dar al vacío,
y hay que escuchar los lamentos de los dormidos y de los muertos
/ y delos perdidos,
que han quedado atrapados en las estatuas de un amanecer terrible
/ al que se le han arrancado todas las hojas del otoño.

Ésta es la época de los cuerpos amputados, de las jornadas amordazadas,
de miradas ciegas y piernas ortopédicas de la eternidad.
Ya que a veces un día, es una mortaja para vestir la noche.


(Tomado de Concertina de los rústicos y los esplendorosos, El perro y la rana,
Caracas, Venezuela, 2007)




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