miércoles, 22 de marzo de 2017
domingo, 5 de marzo de 2017
De ajena potestad
(Pon
tu mano sobre el pendón sagrado)
Piscis
se eclipsó en verano,
cuando
maduran en el emparrado
las
oscuras uvas del amor y la locura.
Eras
Teseo iluminado,
en
abierta lucha contra el minotauro.
Buscaste
liberar a Proserpina del infierno
y
destruiste a Tritón, el semidiós pescado
de
verdoso pelo.
Te
embarcabas en cualquier empresa
como
argonauta,
con
la esperanza de coronarte salvador
de
los necesitados.
No
dudaste en unirte a hércules
y
fuiste preso en Devoto.
Yo
te llevaba noticias de los desencarcelados,
pero
en respuesta, me contabas de los centauros
y
de la tierra aún cautiva.
¿Qué
rayo de sol no coronó tu desafío?
¿Qué
maldita sombra no desangró tu pecho?
Fueron
años de combate,
de
clandestino amor donde se avivan
las
alucinaciones, en erráticas conquistas.
Sí,
eras Teseo iluminado,
el
que volvía en aquellas madrugadas temibles...
---oo0oo---
(Del libro De ajena potestad, de Manuel Ruano,
Ed. Vinciguerra, Bs.Aires, 2016)
lunes, 6 de febrero de 2017
De un libro inédito
CON
VILLANA CORTESÍA
Me reclaman
con villana cortesía,
los años que
en los libros se han dormido.
(Murió el
santo y renació el vampiro).
Después de
larga lucha,
me festejan
los años que he amado.
Y
celébranse los vientos del corazón
que han
fenecido.
Y los que no
vinieron,
por el mar de
los recuerdos se han perdido.
Porque no sé
si fue descuido mío
el pensar que
por pensar te he olvidado…
¡Tantas
noches de esos años que he perdido
se encuentran
en las horas que he gozado!
Y me saben a
licor los días que he sufrido,
teniéndote a
ti en mi costado.
Aunque
después de tantos años,
nada hay
mejor que sentirte, amiga mía,
en cada noche
en la que te he guardado.
La escritura
es mi amante perpetua;
pero tu vida
me ha inspirado.
Porque murió
el santo y renació el vampiro.
Y yo festejo
cada día, esos años
que he
vivido, que he cantado…
Porque así
va de viudo el desconsuelo,
sin que los
dioses se resignen todavía.
---oo0oo---
Manuel Ruano
(De un libro próximo a salir)
sábado, 7 de enero de 2017
Para reflexionar
CONSIDERATA
Son
falsos los momentos que vivimos.
Rebaños
de poetas van al holocausto.
Creen
ver a Dios y aceptan la guerra y sus favores,
en
una turbia política de banqueros en nombre
de la revolución.
Una
gesta miserable se ilumina en festivales:
se
leen poemas, mas no hay poesía…
La
televisión es cosa financiera.
miércoles, 7 de diciembre de 2016
domingo, 4 de diciembre de 2016
Pequeño relato editado en 1993
DE
CRÓNICAS DE VIAJE Y OTROS GAJES DEL OFICIO
Por Manuel Ruano
MI
SIGNO está regido por Saturno. Por eso siempre quise ser mago. Nada
por aquí; nada por allá. Babilonia en un barrio de Buenos Aires, de
ese mismo cielo de Borges y de Gardel.
De
manera que manejar con toda soltura mi vocación mesmérica, fue para
mí la única razón de coherencia planetaria.
De
ahí también la fascinación por el Arte de los Espejos, los efectos
de la magnetización de un árbol, dirigir el comportamiento de una
multitud, aniquilar el sufrimiento de los demás por la implantación
de manos.
Como
el Abate Faría, encantar con la dirección del pensamiento y
formalizar visiones estremecedoras. Por eso, pienso, mi aprendizaje
fue precoz; porque ya a los doce años hice desaparecer tías
insoportables, primas escandalosas y vecinas curiosas de mis
adelantos en ese juego, con sólo, con sólo imaginármelas en un
espejo como si fueran conejos y palomas en la galera de un
prestidigitador.
Nada
por aquí; nada por allá.
Cuando
falleció mi abuelo (al revés de Poe en su cuento), quise revivirlo
a través del mesmerismo; pero como mis conocimientos esotéricos
eran todavía muy pobres, tuve que conformarme con otras variantes
que, como todas, fueron un horrible fracaso.
Y
a los trece años un magnetizador famoso de origen español, me
provocó el sueño lúcido en una función en el teatro Opera. El
sueño naturalmente pasó; pero me dejó lúcido para siempre.
Cuando
no podía comprar algún libro, lo imaginaba por entero y enseguida
escribía uno. Cuando no había dinero para ver una película, la
"veía" con la mente interior como el Gran Lama del Tibet y
su "Tercer Ojo", como si estuviera en la "matiné"
de un cine del barrio San Cristóbal.
Entonces,
a partir de ahí trabajé en otros oficios: fui tipógrafo, vendedor
de puerta en puerta, oficinista, di clases especiales y fui ayudante
de un ilusionista llamado Tu Sam que leía la mente de los demás;
pero no leía la mía cuando tenía que pagarme.
Y
de cualquier manera fui haciendo mi propio catálogo de los espejos:
"El espejo de una casa pobre tiene paredes descascaradas";
"Hay autores que son espejos de otros autores"; "Una
sala de espejos viola siempre la intimidad de los difuntos"; "El
espejo de un ladrón, le devuelve siempre su dignidad"; "La
Poesía no necesita espejos porque se refleja a sí misma"; "Un
gato encerrado en un espejo es un componente mágico" y cosas
por el estilo que concretamente -lo confieso- me han ayudado a
sobrevivir en un mundo embrutecido por la codicia y despiadado por el
materialismo de la propaganda.
Nada
por aquí; nada por allá. Y así como fui un sonámbulo, hice mis
propios sonámbulos en espectáculos memorables para mí solo.
Mi
cielo -ya lo dije- está regido por Saturno, es decir, mi Babilonia
celeste. Luego hice mi propio espejo interior y quedé atrapado
definitivamente para la Magia y la Poesía.
---oo0oo---
Magazin
del diario El
Espectador,
Santafé de Bogotá, 1993
lunes, 7 de noviembre de 2016
Presentación del poemario
en Editorial Dunken de Buenos Aires
en Editorial Dunken de Buenos Aires
CELEBRACIONES DEL VIGÍA
BUENOS AIRES, DUNKEN, 2015.
De izquierda a derecha:
la poeta María Chapp, el autor del libro Manuel Ruano y el profesor
Enrique Ernesto Pagani
Por el Profesor Enrique Ernesto Pagani
El
poeta italiano Giovanni Pascoli, en su concepción sobre la poesía,
dice que el creador es una especie de “Faciullino”, de ‘niñito’,
y “afirma que la poesía es un presentimiento o intuición del gran
enigma del universo…” (Cf. Alma Novella Marani, La
poesía de Giovanni Pascoli,
La Plata, Universidad Nacional, 1949).
Y
ese gran enigma reúne tanto a los “cielos” cuyas “bridas”
“están sueltas” (Celebraciones
del vigía,
p. 59) como a “las sombras” “azarosas” “que rescatan las
olas de un mar que está/encrespado” (p.59).
El
‘niñito’ aparece con inocencia, pero ha perdido su ignorancia,
porque ha dejado de ser un ‘infante’ – e infante,
etimológicamente, es ‘el que no habla –; por el solo hecho de
poseer el lenguaje es capaz de pronunciar “pronombres ancestrales”
(p. 55). En ese poema, Manuel Ruano, convoca a todas las personas
gramaticales para llegar a las bodas con un epitalamio preñado de
versículos con música y metáforas:
“Yo
soy la estación de la luz en la memoria de los ausentes.
Tú,
el panal dorado donde las flores reconstruyen su castillo interior.
Su
era más cautivante.
Él,
era un geómetra de los espejismos en el que se iluminaba Dios:
estaba
perdido.
Nosotros,
hemos glorificado – después de todo –, el pensamiento
nocturno de los más profundos océanos de la solemnidad.
Vosotros,
los que asumisteis el pentagrama musical de las costumbres,
recibid
ahora mi canto.
Ellos,
hubieron de vestir las grutas feéricas, las masas interestelares
en
el concierto del planeta,
en
el sonido nupcial de mis campanas de otoño…”
También
el cuerpo irrumpe como presencia poética ineludible. El cuerpo que,
según Michel Foucault, “está siempre en otra parte, está ligado
a todas las otras partes del mundo, y a decir verdad está en otra
parte que en el mundo. […] El cuerpo es el punto cero del mundo,
allí donde los caminos y los espacios vienen a cruzarse / el cuerpo
no está en ninguna parte: en el corazón del mundo, es ese pequeño
núcleo utópico a partir del cual sueño, hablo, expreso, imagino,
percibo las cosas en su lugar y también las niego por el poder
indefinido de las utopías que imagino. Mi cuerpo es como la Ciudad
del Sol, no tiene un lugar pero de él salen e irradian todos los
lugares posibles, reales o utópicos”. (“El cuerpo utópico”,
en El
cuerpo utópico. Los heterotopías.
Buenos Aires, Ediciones Nueva Visión, 2010, p.16).
En
“Tal eras como espuma que se pierde” (p.15), el poeta expresa que
“los grandes océanos tienen ojos de un niño / que desnuda el
horizonte como una fruta, / como se desnuda el amor de los cuerpos
irredentos / que brillan en la arena”.
Foucault
manifiesta “que hacer el amor es sentir su cuerpo que se cierra
sobre sí, es finalmente existir fuera de toda utopía, con toda su
densidad, entre las manos del otro”. (p. 18).
Por
eso, Manuel Ruano, en el poema “Conservemos las voces” (p.56),
dedicado a Alicia Marta, exclama:
“He
velado en tus sueños y he visto en la noche
cómo
se desatan los cuerpos amados.
Y
tú eras como la arena ganada por el mar en cada ola”.
Agrega
Foucault que “Bajo los dedos del otro que te recorren, todas las
partes invisibles de tu cuerpo se ponen a existir, contra los labios
del otro los tuyos se vuelven sensibles”. (p.18) Y prosigue nuestro
poeta: “Eras húmeda y brillante / Eras deliciosa y musical. / Tu
desgracia era mi naufragio / y mi alegría mi destierro”.
Foucault
dice: “delante de sus ojos semicerrados tu cara adquiere una
certidumbre, hay una mirada finalmente para ver tus párpados
cerrados”. (Id.) y Manuel: “Porque se lava con secreta lluvia /
el mármol de los recuerdos, / y se mira la hiedra que crece
alrededor / como se palpa la escritura / que fueron acumulando los
ojos en el ayer”. (p.56)
No
en vano el poeta recuerda a “esos puertos de ultramar todos
semejantes a tu piel, a mi piel, / y que cubren como una mano
invisible / la prolongación de tu cuerpo, / como un cuchillo
hundiéndose en la piel mil veces / antes del placer recíproco”
(“Cuando una canción lejana me hable de tu cuerpo”. Pp. 40 –
41). Y este entretejido que estamos haciendo nos reenvía a Foucault
en su obra El
cuerpo utópico: “También
el amor, como el espejo y como la muerte, apacigua la utopía de tu
cuerpo, la hace callar, la calma, y la encierra como en una caja, la
clausura y la sella. Por eso es un pariente tan próximo de la
ilusión del espejo y de la amenaza de la muerte; y si a pesar de
esas dos figuras peligrosas que lo rodean a uno le gusta tanto hacer
el amor es porque , en el amor, el cuerpo está aquí”. (Id., p.
18).
Y
tan aquí está ese cuerpo, que el ‘niñito’ poeta madura en “El
estallido de Les
fleurs du mal
que sangra en el pavimento” (p.40). El “Bodegón oscuro y
rugiente de marineros borrachos en el puerto de la Muerte” (Id) se
transforma en las Celebraciones
del vigía
que conducen a ritos que, a “la velocidad cósmica a lo larexécutés
suivant de un paraíso acuático”, llegan a los “ocultos astros
de una noche en / Babilonia” (Id). Y haríamos una pregunta
esencial: ¿qué es una celebración? Para nosotros, una celebración
es el encuentro que llega a la calidad de ceremonia y toda ceremonia
designa a lo que conlleva un orden. La palabra sánscrita rita
significa precisamente eso: ‘orden’. Luc Benoît – en su libro
Signes,
symboles et mythes
(Paris, Presses Universitaires de France, 1975, 19855)
– dice: “un rite peut se définir comme une suite de gestes,
répondant à des besoins essentiels, gestes qui doivent être
exécutés suivant une certaine eurythmie. D’après son étymologie
sanscrite, ce mot désigne ce que est conforme à l’ordre (rita).
Son origine se perd dans la nuit des temps et reste inconnue même de
ceux qui le pratiquent, bien qu’ils en aient gardé une mémoire
héréditaire” (op. cit., p. 95)1.
El
ritmo del que se habla en esta definición y todo el poemario de
Manuel Ruano es euritmia – a veces se escande en alguna “Partitura
inconclusa” (p. 37): esta voz “tenía el corazón fundido de
soles muertos”. Y confiesa: “Se sulfuraban en mí estalactitas de
olvido. / Creía ver arrecifes de cólera en los pensamientos, /
grandes vertederos de calcinados hechizos / que fueron el reservorio
de la esperanza. / Enceguecido fui de paraísos ultramarinos. / Y me
ahogué en un depósito de sal. // Tenía una partitura de ángeles
rebeldes en ejecución. / Y un conflicto de voces se eternizaron en
el tiempo, hasta oscurecer el alma. / Atrapado quedé en la ira d un
extraño dios, / descuartizado en mil pedazos, / en un reciente orden
de astros apagados”.
Y
ese ritmo, esa música del verso, se resumen en una suerte de
“Poética”,
a la manera aristotélica, en la “Parábola sobre perro y diablo”
(pp. 49 – 50).
La
figura del “diablo” llamado entre otros epítetos y sinónimos –,
“demonio”, se vincula desde antiguo con lo “daemoníaco” (la
forma medieval empleada a menudo por poetas) o “daimónico”
(derivado de la antigua palabra griega (daimon”).
“El
poeta Rilke escribió una vez: “si mis demonios han de dejarme,
temo que mis ángeles también lo hagan””. (cf.: Rollo May, “La
psicoterapia y lo daimónico”, pp. 183 – 198, en AA. VV.: Mitos,
sueños y religión.
Barcelona, Kairós, 2006). Goethe en su Fausto
señala: “El daimon es el poder de la naturaleza”, (Id.:
p.
184). “Eros es un daimon”, dijo Diotima, la autoridad sobre el
amor en el Banquete
entre amigos de Platón.
Con
razón, Rilke también dijo: “Si mis demonios han de abandonarme,
temo que mis ángeles también lo hagan”. (Id.:
p. 188).
No
sólo aparece – como dice John Milton en El
paraíso perdido
–, “[…] el Enemigo, / desde entonces Satán para los Cielos”
(I, 81 – 82), sino también el “perro”. Según Juan Eduardo
Cirlot, en su Diccionario
de símbolos,
este compañero del hombre es “Emblema de la fidelidad, con cuyo
sentido aparece muy frecuentemente bajo los pies de las figuras de
damas esculpidas en los sepulcros medievales, mientras el león,
atributo del hombre, simboliza la valentía. También tiene en el
simbolismo cristiano, otra atribución – derivada del servicio del
perro de pastor – y es la de guardián y guía del rebaño, por lo
que a veces es alegría del sacerdote. Más profundamente, y en
relación, no obstante, con lo anterior, como el buitre, el perro es
acompañante del muerto en su “viaje nocturno por el mar”,
asociado a los símbolos materno y de resurrección. Aparece en la
escena del sacrificio mitraico del toro con un sentido similar. En
alquimia, aparece más como signo que como símbolo. El perro
devorado por el lobo simboliza la purificación del oro por el
antimonio (Cf. Cirlot, Juan Eduardo (1958): Diccionario
de símbolos.
Madrid, Siruela, 201115).
Y
en esta “poética manuelina” hay una absoluta “primacía del
ritmo”. En las grandes religiones, sus libros sagrados “se
presentan – según Luc Benoît – como una revelación divina cuyo
ritmo está unido íntimamente [a su manifestación] porque este
ritmo es el que ha transmitido a los hombres la vida” (pp. 27 –
28). Pensemos en los “mantras”. En los Vedas,
la lengua primordial y poética [recibía el epíteto] de solar”
(p. 28). “En la Antigüedad, el ritmo poético no sólo facilitaba
la retención, la recitación memorística y la transmisión de los
textos sagrados, sino también que determinaba en el recitante una
armonización de los elementos inconscientes y sin coordinación del
ser gracias a las vibraciones sincrónicas que se propagaban en las
prolongaciones psíquicas y espirituales de su individualidad. Como
los ritmos, que forman la osatura numerada de la naturaleza entera,
desde su más íntima sustancia hasta sus límites más lejanos,
reubicaban al hombre al unísono de esta armonía cósmica que lo
transformaba en un ser capaz de sentir y de comprender. De este modo,
sus actos podían escapar de la instantaneidad prolongando sus
consecuencias naturales e imprevisibles en todas las direcciones del
espacio y del tiempo” (pp. 28 – 29).
Volvamos
a nuestra “palabra” – es decir – a nuestra “Parábola”,
que reza así (pp.49 – 50).
“Mi
perro Diablo es tan diablo que a mí me llama Perro.
Y
cuando me llama, dice: “Perro, ven aquí” y mueve la cola
Estirándose
como un lagarto.
(Eso
quiere decir que Diablo va a leer un poema
Para
que Perro escuche).
Algo
grandioso ha de ser.
Y
yo, Perro, ladrando al cielo oigo cantar a Diablo sus penas,
De
pobre, pobre perro,
Para
que su pobre, pobre diablo, le dé su aliento
Y
surja la palabra del poeta.
(Aunque
todo es inútil cuando quiero explicarme;
Porque
siempre termino escribiendo un poema.)
Así
es que cuando Diablo canta, su perro ladra
en
hexámetros
en
coriámbicos,
en
dactílicos,
en
pentámetros,
en
sáficos,
en
yámbicos
y
en trocaicos…
Pero
él, nada. Apenas si suspira con el canto.
Cuando
sueño, Diablo sabe que estoy relamiéndome
en
secreto.
Y
juega con los versos de Arte Mayor y Arte Menor,
con
versos catalécticos y acatalécticos,
para
rabiar bajo la luna.
No
hay nada que hacerle: un perro Diablo afligido
es
un gran crítico.
Para
él, la poesía es el paso que hay entre
lo
visible y lo invisible…
Por
eso, a cada rato, le doy de comer:
un
verso blanco inglés,
un
verso heroico,
un
verso leonino,
un
verso hiante,
un
verso alejandrino…
Pero
él, ni siquiera mueve la cola cuando esconde
el
hueso lírico.
Seguro
que Diablo está pensando: “¡Qué gran Perro
es
este perro!”
Cuando
le digo, Diablo, mi pobre Diablo,
no
pierdas jamás las esperanzas del poema:
ten
en cuenta que Diablo y Perro no son de este mundo.
El
mundo mágico al que nos remite la poesía, – y, también, de la
creación – nos transforma en desveladores del misterio. “Cuando
una canción lejana me hable de tu cuerpo” (p. 40) ejerceremos la
capnomancia, adivinaremos por el humo y podremos sentir “sin visión
oculta entre tu sexo y sus claridades. / (Secreto pez de alas
enormes)”; llegaremos a “esos territorios que aprendía a
desnudar y poseí; esos visibles – invisibles en los crepúsculos,
que me han precipitado a reconocerme en el Árbol de la Vida; esos,
capaces de calmar mis golpes y mis aullidos”. (Id.
41)
Y,
de a poco, nos vamos transformando en sabios, capaces de pronunciar
sentencias gnómicas de valor universal: “(El olvido es una
variante de espejos en los que algunos creen ver a un dios)”.
(“Ríspidos azogues parpadeaban en el tiempo” (p. 42).
Borges,
Joyce, Milton, Mármol, Homero…Ciegos que vieron a través de la
poesía y sus “espejos”. Y Manuel exclama:
“–
Yo no voy a andar
con vueltas, dijo el Tiempo:
reniego
en mis salmos del orgullo.
Que
cada condenado habite en la memoria de los justos
e irredentos,
como
ángeles caídos desde la turbulencia solar.
Como
ríspidos azogues de una consagración…
¡Teñidoras
de luz!... ¡Teñidoras de la noche!...
¿Habrá
piedad para un cementerio solo,
que
emprende su hospitalaria partida hacia el abismo?
No,
nunca estuvo en la homilía de Monseñor.” (p.43)
Pero
sí en la del sacerdote llamado “poeta”. Un niñito que ha
recorrido un largo camino y que en la madurez de vigía celebra a las
“Piedras” (Id.:
pp. 38 – 39) “sagradas / Que como el mar anuncian […] el
destino y la locura.” El vate llaga a “una edad en la que se
enseña lo que se sabe: pero inmediatamente viene otra en la que se
enseña lo que no se sabe: eso se llama
investigar.
Quizás – dice Roland Barthes en su Lección
inaugural de semiología literaria del Collège de France
(Cf. Barthes, Roland (1978): Leçon
inaugurale de la chaire de sémiologie littéraire du Collège de
France.
Edición española: Buenos Aires, siglo XXI, 20112;
p. 116) – ahora arriba la edad de otra experiencia: la de
desaprender,
de dejar trabajar a la recomposición imprevisible que el olvido
impone a la sedimentación de los saberes, de las culturas, de las
creencias que uno ha atravesado. Esta experiencia creo que tiene un
nombre ilustre y pasado de moda, que osaré tomar aquí sin
complejos, en la encrucijada misma de su etimología: Sapientia:
ningún poder, un poco de prudente saber y el máximo posible de
sabor.” (p.116).
Esto
me remite a un proverbio turco que cita, en su Diario
de un escritor,
Fiodor Dostoievski (Cf. La edición española de Madrid, Páginas de
espuma, 2010; p. 578): “A este propósito y por sia acaso, inserto
aquí un proverbio turco (auténticamente turco y no inventado): “Si,
dirigiéndote a un destino, te detienes en el camino para tirar
piedras a todo perro que te ladre, nunca llegarás a este destino”.
Para esto, Algirdas J. Greimar y Jacques Fontanille, en su Semiótica
de las pasiones
(Cf. Buenos Aires, siglo XXI, 2012, p. 74) definen a los patemas
“como el conjunto de condiciones discursivas necesarias para la
manifestación de una pasión – efecto de sentido”. Entonces,
apasionadamente, no tiremos más piedras a los perros que ladran y
vayamos a practicar el bautismo lustral porque el momento ha llegado
desde este navío poético, “Celebremos al vigía”. Leámoslo y
disfrutémoslo, porque tiene sabor: sabe a poesía.
Muchas
gracias.
Buenos
Aires, 12 de agosto de 2016.
Nota 1“un
rito se puede definir como una sucesión de gestos, que responden a
necesidades esenciales, gestos que se deben ejecutar según cierta
euritmia. De acuerdo con su etimología sánscrita, esta palabra
designa lo que está de acuerdo con el orden (rita).
Su origen se pierde en la noche de los tiempos y permanece
desconocido e incluso para aquellos que lo practican, aunque hayan
guardado su memoria hereditaria.” (op. Cit. P. 95) [Traducción de
E. E. Pagani]
miércoles, 12 de octubre de 2016
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