DE
CRÓNICAS DE VIAJE Y OTROS GAJES DEL OFICIO
Por Manuel Ruano
MI
SIGNO está regido por Saturno. Por eso siempre quise ser mago. Nada
por aquí; nada por allá. Babilonia en un barrio de Buenos Aires, de
ese mismo cielo de Borges y de Gardel.
De
manera que manejar con toda soltura mi vocación mesmérica, fue para
mí la única razón de coherencia planetaria.
De
ahí también la fascinación por el Arte de los Espejos, los efectos
de la magnetización de un árbol, dirigir el comportamiento de una
multitud, aniquilar el sufrimiento de los demás por la implantación
de manos.
Como
el Abate Faría, encantar con la dirección del pensamiento y
formalizar visiones estremecedoras. Por eso, pienso, mi aprendizaje
fue precoz; porque ya a los doce años hice desaparecer tías
insoportables, primas escandalosas y vecinas curiosas de mis
adelantos en ese juego, con sólo, con sólo imaginármelas en un
espejo como si fueran conejos y palomas en la galera de un
prestidigitador.
Nada
por aquí; nada por allá.
Cuando
falleció mi abuelo (al revés de Poe en su cuento), quise revivirlo
a través del mesmerismo; pero como mis conocimientos esotéricos
eran todavía muy pobres, tuve que conformarme con otras variantes
que, como todas, fueron un horrible fracaso.
Y
a los trece años un magnetizador famoso de origen español, me
provocó el sueño lúcido en una función en el teatro Opera. El
sueño naturalmente pasó; pero me dejó lúcido para siempre.
Cuando
no podía comprar algún libro, lo imaginaba por entero y enseguida
escribía uno. Cuando no había dinero para ver una película, la
"veía" con la mente interior como el Gran Lama del Tibet y
su "Tercer Ojo", como si estuviera en la "matiné"
de un cine del barrio San Cristóbal.
Entonces,
a partir de ahí trabajé en otros oficios: fui tipógrafo, vendedor
de puerta en puerta, oficinista, di clases especiales y fui ayudante
de un ilusionista llamado Tu Sam que leía la mente de los demás;
pero no leía la mía cuando tenía que pagarme.
Y
de cualquier manera fui haciendo mi propio catálogo de los espejos:
"El espejo de una casa pobre tiene paredes descascaradas";
"Hay autores que son espejos de otros autores"; "Una
sala de espejos viola siempre la intimidad de los difuntos"; "El
espejo de un ladrón, le devuelve siempre su dignidad"; "La
Poesía no necesita espejos porque se refleja a sí misma"; "Un
gato encerrado en un espejo es un componente mágico" y cosas
por el estilo que concretamente -lo confieso- me han ayudado a
sobrevivir en un mundo embrutecido por la codicia y despiadado por el
materialismo de la propaganda.
Nada
por aquí; nada por allá. Y así como fui un sonámbulo, hice mis
propios sonámbulos en espectáculos memorables para mí solo.
Mi
cielo -ya lo dije- está regido por Saturno, es decir, mi Babilonia
celeste. Luego hice mi propio espejo interior y quedé atrapado
definitivamente para la Magia y la Poesía.
---oo0oo---
Magazin
del diario El
Espectador,
Santafé de Bogotá, 1993
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