Carlos Germán Belli:
EN POS
DE LOS ANTIGUOS DIOSES*
Por Manuel
Ruano
De la obra reunida
del poeta peruano Carlos Germán Belli, El pie sobre el cuello[1], editado en
Montevideo en 1967 y que comprende una serie de textos significativos de su
trayectoria literaria, (Poemas, l968; Dentro y fuera (1960); ¡Oh Hada Cibernética!, 1966),
establece en un mismo volumen, el calibre literario de las diversas épocas de
crecimiento de su lírica. Textos decididamente arcaizantes, donde pone en
evidencia el gusto por los clásicos de
la literatura del Siglo de Oro español y el empleo reiterativo y hasta insistente
de ciertos recursos estilísticos. El crítico James Higgins, hace la siguiente
semblanza del poeta: “Casi toda la obra de Belli nace de una situación personal
muy concreta. Desde 1946 hasta 1969 el poeta trabajaba como amanuense en el
Senado, y su poesía expresa la frustración de un pobre empleado acosado por
problemas económicos y que no tiene de sí otra perspectiva que años de trabajo
mal remunerados, que se siente esclavo de un desmoralizador oficio rutinario y
se encuentra en condiciones que le niegan la posibilidad de realizar su
potencialidad humana. Creo que es conveniente refutar la crítica de los que ven
en esta poesía un caso típico de individualismo burgués y que denuncian a Belli
como un poeta que escribe exclusivamente sobre una problemática personal sin
preocuparse por la condición del hombre”.[2]
La originalidad de
Belli se expresa en un barroquismo muy sui generis donde confluyen giros y
vocablos antiguos entrelazados a un color local y a un dolor de adentro, que,
por ejemplo, se hace evidente en versos como “Nunca seguro yo jamás”:
Nunca
seguro yo jamás, ¿Por qué?
y diciéndome sólo,
contrastándome corazón desierto
al félice bético pastor,
¿qué dulce mano al fin deslazará
mi cautiva cerviz,
o a qué cardinal punto dirigir
el desconcierto de mi paso mísero?
Y dígome cuán infalible yo
en el seno sería de las aras
del Amor dulces o del azar lúcidas,
porque por el jamás finible fuego
de mis entrañas hondas, pintiparado,
de cuidado exento,
discurrido allí hubiera,
como pez en el agua;
mas cuánta veda de los hados cruza
hubo contra mí, aborrecido y mustio,
tan oscuro gusano,
que nunca en los mercados
discurrir puede de la seda acervos.
Peruanismos
fluyentes y adjetivaciones brillantes y en un tecnicismo más acabado, convergen en
una poesía desesperanzada hasta lo grotesco. Una poesía que siempre establece
los límites precisos de un cuerpo, las fronteras agobiantes del ser. La lectura
de estos versos siempre revela el sentido de la inmovilidad, el acostumbrado
quietismo, el atrapado cuerpo contra algún objeto físico: “… en el globo
sublunar yacía/ en los cepos cautivo/ del neblinoso valle del Micuna”.
El mundo de Belli
surge de una irrealidad deslumbrante. Espejismo austero, de tono metafísico, de
crueldad sin rodeos: “Tal cual un can fiel a sus sueños sólo,/ así a tus plantas
por la vil pitanza/ quedan tus arcas, cuán cosido vivo,/ año tras año.” La
estructura clásica de sus versos siempre vuelven su mirada hacia el pasado, el
hechizo del desaparecido mundo de los antiguos. Símbolos que se mueven
constantemente en su problemática económica y en su estructura familiar: “pues
por el monto destos bofes míos,/ migas me lanzas como si no humanos/ fuéramos
yo, mi dama y mis hijuelas,/ más sólo hormigas”.
En una antología de
poesía peruana,[3] de
Salazar Sebastián Bondy, el autor selecciona de la obra de Belli, el poema “Las
abolladuras”. Poema que por su hermetismo, por su cerrada envoltura, estructura
un lirismo agudo y de extraña belleza:
Un
sinfín a lo largo de los cuerpos
de
ilícitas y crueles abolladuras,
que
en el seno se cuelan del planeta,
desde
antes de los carros y los trenes;
pues
a hurtadillas trajo el fiero noto
abolladuras
de seso y de tobillo,
que
presto descendieron en la noche
no
sobre el chasis,
mas
sí en el cráneo
del
piloto que desde la matriz
mal
su grado usurpara para siempre
la
abolladura y el vil desperfecto
a
la armazón ferrosa de los coches.
La poesía convierte
a Belli en el purificador de sus propios males. Su tono es confesional,
doloroso, masoquista en extremo, chupa sus propias mieles y deja deslumbrar un auto
complacerse por su estado en toda su crudeza: “hoy me avasallan todos y amos
tengo/ mayores, coetáneos y menores/ y hasta los nuevos fetos por llegar.” O
aquello de: “Hubo contra mí, aborrecido y mustio,/ tal oscuro gusano”.
Sin embargo, la
noche lo sumerge en un mundo donde todo es descubrimiento, éxtasis desconocido
donde aparece el amor, el sexo, el estallido emocional y secreto. En el poema
que titula “A la noche”, dice:
Abridme
vuestras piernas
y
pecho y boca y brazos para siempre
que
aburrido ya estoy
de
las ninfas del alba y del crepúsculo,
y reposar las sienes quiero al fin
sobre
la Cruz del Sur
de
vuestro pubis aún desconocido,
para
fortalecerme
con
el secreto ardor de los milenios.
Yo
os vengo contemplando
de
cuando abrí los ojos sin pensarlo,
y
no obstante el tiempo ido
en
verdad ni siquiera un palmo así
de
vuestro cuerpo y alma yo poseo, que más de los
noctámbulos
con
creces sí merezco, y lo proclamo,
pues
de vos de la mano
asido
en firme nudo llegué al orbe.
Entre
largos bostezos,
de
mi origen me olvido y pesadamente
cual
un edificio caigo
de
ciento veinte pisos cada día,
antes
de que ceñir pueda los senos
de
las oscuridades,
dejando
en vil descrédito mi fama
de
nocturnal varón,
que
fiero caco envidia cuando vela.
Mas
antes de morir,
anheloso
con vos la boda espero
¡oh
misteriosa ninfa!
en
medio del silencio del planeta,
al
pie de la primera encina verde
en
cuyo leño escriba
vuestro
nombre y el mío justamente,
y
hasta la aurora fúlgida,
como
Rubén Darío asaz folgando.
Tenemos la
sensación de encontrar en la poesía de Carlos Germán Belli el giro perpetuo de
la palabra y la convicción de que su uso sabe encontrar un poder fascinatorio
que la recrea a sí misma. El manejo obsesivo de algunos temas puede resultar
reiterativo en el conjunto de su obra; pero la impresión final hacia una
llegada sin salida, provoca incertidumbre, caos, preocupación. No obstante eso,
su alquimia lingüística asombra, intuye una serenidad aparente de un mar
enfurecido.
* Texto publicado
en el diario Últimas Noticias, de
Caracas, en la columna del autor “El trayecto de lo imaginado”, Caracas, 4 de
septiembre de 1977. Y ahora reproducido en Vivir en el Poema, Sevilla , España, 2013.
2 comentarios:
No nos perderemos esa presentación en la Casa de la Literatura Peruana, en Lima, Perú.
¡Allí estaremos!
Con todo mi cariño:
Alicia
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