Un poema de Ricardo E. Molinari
UNA ROSA PARA STEFAN GEORGE
Il va parmi ses fleurs;
et les soufles de l´air
Hölderlin
(Similis factus sum pellicano solitidinis)
No es la paciencia de la sangre la que llega a morir,
ni el sueño ni el mármol de Delfos, sino el polvo
que se calienta entre las uñas.
Qué importa morir, que se borren las paredes como un río seco;
que no quede una flor en la calle con su borde de luto en la frente,
ni el viento sobre las piedras podridas.
Qué haces allí, tronchado de humedad,
con tu dicha sin aliento, con tu muerte tendida a tus pies.
Con tu espuma llena de ceniza. Desdeñoso.
Ya vendrán los hombres con el ruido, con los gestos;
pero el odio seguirá intacto.
Todos te habrán estrechado la mano alguna vez,
y tú habrás bebido la cicuta en la soledad,
como un vaso de leche.
Adiós, país de nieve, de ventisca agria, sin gentes que digan mal
de ti. Eterno. Desnudo.
La sangre metida en su canal de hielo
-fuego sin aire- Jordán perdido. Si el tiempo
tuviera sentido
como el Sol y la Luna presos;
si fuera útil vivir
si fuera necesario,
qué hermoso espanto: tengo la voluntad avergonzada.
Yo soy menos feliz que tú. Me quedo combatiendo
sin honor,
con un haz de ramas en las manos.
Duerme. Dormir para siempre es bueno, junto al mar;
los ríos secos debajo de la tierra con su rosa de sangre muerta.
Duerme, lujo triste, en tu desierto solo.
¡Esta palabra inútil!
---oo0oo---
Ricardo E. Molinari Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1898. Autor,entre otros libros, de: "El imaginero", "Panegírico de Nuestra Señora de Luján", "Odas a orillas de un viejo río" y "El pez y la manzana". Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1958. Falleció en 1996.
et les soufles de l´air
Hölderlin
(Similis factus sum pellicano solitidinis)
No es la paciencia de la sangre la que llega a morir,
ni el sueño ni el mármol de Delfos, sino el polvo
que se calienta entre las uñas.
Qué importa morir, que se borren las paredes como un río seco;
que no quede una flor en la calle con su borde de luto en la frente,
ni el viento sobre las piedras podridas.
Qué haces allí, tronchado de humedad,
con tu dicha sin aliento, con tu muerte tendida a tus pies.
Con tu espuma llena de ceniza. Desdeñoso.
Ya vendrán los hombres con el ruido, con los gestos;
pero el odio seguirá intacto.
Todos te habrán estrechado la mano alguna vez,
y tú habrás bebido la cicuta en la soledad,
como un vaso de leche.
Adiós, país de nieve, de ventisca agria, sin gentes que digan mal
de ti. Eterno. Desnudo.
La sangre metida en su canal de hielo
-fuego sin aire- Jordán perdido. Si el tiempo
tuviera sentido
como el Sol y la Luna presos;
si fuera útil vivir
si fuera necesario,
qué hermoso espanto: tengo la voluntad avergonzada.
Yo soy menos feliz que tú. Me quedo combatiendo
sin honor,
con un haz de ramas en las manos.
Duerme. Dormir para siempre es bueno, junto al mar;
los ríos secos debajo de la tierra con su rosa de sangre muerta.
Duerme, lujo triste, en tu desierto solo.
¡Esta palabra inútil!
---oo0oo---
Ricardo E. Molinari Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1898. Autor,entre otros libros, de: "El imaginero", "Panegírico de Nuestra Señora de Luján", "Odas a orillas de un viejo río" y "El pez y la manzana". Obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1958. Falleció en 1996.
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