Soneto de la “Vida Nueva”
Inciso XXVI
Es tan pura y gentil mi bien amada,
que sólo al verla saludar cumplida,
toda lengua enmudece estremecida,
y no se atreve a alzarse la mirada.
Así pasa, sintiéndose alabada,
benignamente de humildad vestida,
y es cual luz milagrosa descendida
para anunciar la celestial morada.
Muéstrase tan afable a quien la mira;
y vierte tal dulzura en nuestro seno,
que sólo quien la gusta la encarece.
Y entre sus labios palpitar parece
un espíritu suave y de amor lleno,
que va diciendo al ánima: suspira.
(Traducción de Leopoldo Lugones)
No hay comentarios:
Publicar un comentario