Han traído rameras para Eleusis
Cadáveres se aprestan al banquete...
Ezra Pound
Cadáveres se aprestan al banquete...
Ezra Pound
Trajeron grandes dioses de un extraño País,
excepcionales sabios que nunca temieron al fracaso,
ídolos en alguna manera fugaces que enturbiaron la fe,
santos que se empecinaron en la Propiedad, la Censura,
/la propaganda audiovisual,
y sucumbieron en el atracón. No por gratitud.
Menos, todavía, por incredulidad.
El resto fue por una carretilla de Cuaresma.
Trajeron ancianos vigorosos, fervientes estatuas lascivas,
muñecas pornográficas que volvían impotentes a los hombres,
obispos que bendijeron el campo de exterminio,
capaces de corromper el palacio celestial de la memoria.
Lo demás, ya sabes: te ofrecieron el veneno dulce.
Trajeron mendigos brillantes que hablan en verso o en prosa,
místicos olvidados que todavía saben anunciar que la bondad
/ es una diosa blanca.
El porvenir, quizás, con aire acondicionado y máquinas tragamonedas.
También enfermedades desconocidas.
Trajeron delatores confesos y bilingües que creyeron
redimir sus culpas después que la matanza ha sido dura.
Jamás hablaron de Moral; pero sí de estadísticas.
Todavía menos jugarán con la calavera dela muerte.
Han incendiado nuestros campos.
Han contaminado nuestras cosechas.
Han corrompido nuestro idioma.
Han desalojado a nuestros aborígenes.
Han minado nuestros puertos y apestado nuestros mares.
Dentro de poco habrán de controlar nuestra descendencia.
Y los huesos de muchos pobres diablos, irán a parar también
/ a la carretilla.
Trajeron bandidos terribles, dramáticos corsarios
que muestran su garfio a los coraceros del sol,
buscadores de oro que se han llevado el oro,
pero también han descubierto la misteriosa fragata de la locura.
Y esas pesadillas estarán acosándote para siempre.
Hasta que tú también te tragues esa famosa píldora contra
/ el orgullo.
No más niños fenómenos.No más genios, ni verdaderos santos.
Tampoco magos de feria que alegren el corazón.
Tal vez tus hijos sean famosos suicidas perseguidos hasta
/ el gran canal,
que tampoco conseguirán saltar al vacío;
pero a los que seguramente matará la angustia.
Han robado nuestro ganado y exterminado nuestros pájaros.
Han violado a nuestras mujeres.
Y detectan en el aire hasta el vuelo de una mosca.
Trajeron y amamantaron drogadictos insomnes,
muchachitos invertidos que se manosean en el Parque de tu
/ Claridad.
No son griegos ni troyanos.
Y hoy aparecen desnudos en un callejón oscuro,
orinados por cachorros salvajes que con mucho gusto
hubiera deseado pintar el mismo Brueghel, desde un ángulo
/ perverso.
Y todos vamos muertos, mendigos con la muleta, codo a codo,
casi ciegos con el muñón a la rastra,
y con un cartel que dice que aún no hemos equivocado el
/ camino.
Trajeron grandes dioses de un extraño País,
ancianos vigorosos, gigantes resurrectos con su transistor
/ a cuestas,
acaso esa semilla agria que echó a perder todo el manjar.
Y no nos tuvieron en cuenta. El imperio sólo para el imperio.
Aquí no cabe la rueda de la fortuna que aplacará tu ira.
Todo va en esa carretilla: tu música y mi música.
Naufragarán por allí los sueños del pasado,
y el prisionero lamerá tu lastimadura como un perro.
Memento mori donde la sífilis y la peste,
/ se difunden por doquier...
excepcionales sabios que nunca temieron al fracaso,
ídolos en alguna manera fugaces que enturbiaron la fe,
santos que se empecinaron en la Propiedad, la Censura,
/la propaganda audiovisual,
y sucumbieron en el atracón. No por gratitud.
Menos, todavía, por incredulidad.
El resto fue por una carretilla de Cuaresma.
Trajeron ancianos vigorosos, fervientes estatuas lascivas,
muñecas pornográficas que volvían impotentes a los hombres,
obispos que bendijeron el campo de exterminio,
capaces de corromper el palacio celestial de la memoria.
Lo demás, ya sabes: te ofrecieron el veneno dulce.
Trajeron mendigos brillantes que hablan en verso o en prosa,
místicos olvidados que todavía saben anunciar que la bondad
/ es una diosa blanca.
El porvenir, quizás, con aire acondicionado y máquinas tragamonedas.
También enfermedades desconocidas.
Trajeron delatores confesos y bilingües que creyeron
redimir sus culpas después que la matanza ha sido dura.
Jamás hablaron de Moral; pero sí de estadísticas.
Todavía menos jugarán con la calavera dela muerte.
Han incendiado nuestros campos.
Han contaminado nuestras cosechas.
Han corrompido nuestro idioma.
Han desalojado a nuestros aborígenes.
Han minado nuestros puertos y apestado nuestros mares.
Dentro de poco habrán de controlar nuestra descendencia.
Y los huesos de muchos pobres diablos, irán a parar también
/ a la carretilla.
Trajeron bandidos terribles, dramáticos corsarios
que muestran su garfio a los coraceros del sol,
buscadores de oro que se han llevado el oro,
pero también han descubierto la misteriosa fragata de la locura.
Y esas pesadillas estarán acosándote para siempre.
Hasta que tú también te tragues esa famosa píldora contra
/ el orgullo.
No más niños fenómenos.No más genios, ni verdaderos santos.
Tampoco magos de feria que alegren el corazón.
Tal vez tus hijos sean famosos suicidas perseguidos hasta
/ el gran canal,
que tampoco conseguirán saltar al vacío;
pero a los que seguramente matará la angustia.
Han robado nuestro ganado y exterminado nuestros pájaros.
Han violado a nuestras mujeres.
Y detectan en el aire hasta el vuelo de una mosca.
Trajeron y amamantaron drogadictos insomnes,
muchachitos invertidos que se manosean en el Parque de tu
/ Claridad.
No son griegos ni troyanos.
Y hoy aparecen desnudos en un callejón oscuro,
orinados por cachorros salvajes que con mucho gusto
hubiera deseado pintar el mismo Brueghel, desde un ángulo
/ perverso.
Y todos vamos muertos, mendigos con la muleta, codo a codo,
casi ciegos con el muñón a la rastra,
y con un cartel que dice que aún no hemos equivocado el
/ camino.
Trajeron grandes dioses de un extraño País,
ancianos vigorosos, gigantes resurrectos con su transistor
/ a cuestas,
acaso esa semilla agria que echó a perder todo el manjar.
Y no nos tuvieron en cuenta. El imperio sólo para el imperio.
Aquí no cabe la rueda de la fortuna que aplacará tu ira.
Todo va en esa carretilla: tu música y mi música.
Naufragarán por allí los sueños del pasado,
y el prisionero lamerá tu lastimadura como un perro.
Memento mori donde la sífilis y la peste,
/ se difunden por doquier...
(De Mirada de Brueghel, de Manuel Ruano, F.C.E., México, 1990)
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