ELLA NADA SABE DE LOS DIOSES, PERO SU NOMBRE
Ella nada sabe de los dioses, pero su nombre
/más que un nombre,
es un paisaje largamente soñado
y vuelto a soñar,
en el que se reencuentran las corrientes
/tumultuosas.
Ella nada sabe de los dioses.
Pero ella es como una rajadura planetaria
que deja ver la Nueva Ruta al Esplendor,
el estallido sulfuroso de una pesadilla
que se viste de aurora boreal,
e ilumina su cuerpo, todo su cuerpo,
como si fuera un palafito al que llegan las aves
/cansadas.
Una transmigración de las almas
en su rama florida.
Ella nada sabe de los dioses, pero su nombre
es un arrecife coralino a un tempo salado
/como el mar
y a un tiempo dulce como una colmena silvestre
que deja su rastro bajo el sol.
Ella nada sabe de los dioses. Nada de los caminos
/equivocados.
Su nombre sabe más por la turbulencia
de otras voces que del eclipse zodiacal
/de las edades.
De esta manera trabaja el viento
en el arenal del olvido,
y el agua llega a ser el espejo de la tierra,
donde suele nadar desnudo el resplandor sagrado.
Ella nada sabe de los dioses.
Pero allí se anudan nuestras fuerzas
como un rito secreto.
Allí el sol dobla las palmeras y la sombra
se deja arrastrar como una garganta sedienta,
taraceada de cuarzos y memorias vegetales.
Y su nombre,
más que una apretada red de manglares,
es un jadeo de flores nocturnas que copulan
/en soledad.
Ella nada sabe de los dioses, pero su nombre
/más que un nombre,
es una impresión lunar que atraviesa la noche
como un ángel tímido.
( De Hypnos, Gabrielle editores, Lima, Perú, 1995)
En los días que corren de febrero del año 2009
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