jueves, 11 de julio de 2013

Catástrofes marinas



DANZA FÚNEBRE



Con una danza fúnebre los galeones se iban al fondo del mar.
Se apretujaban entre los restos que sedimentaban su 
        hambre perpetua.
Así como con grandes alabanzas me quieres condenar al olvido,
pequeña y traviesa doncella con cola de pescado.
Mal está que sobrenades gloriosa en esa aguas de la turbulencia
Que no conocen de la pasión y están llenas de ingratitud
       como la misma muerte.
Peligroso está que sobrenades esas pesadillas y te alejes de la
       playa de mi memoria.
Porque tal eras como una espuma que se pierde en el mar
Como elementales conchillas y espinas de pescado
Y vestimentas aladas del sol que todavía brillan en la arena.
Lejos de la piedra de fundación…

Perdida estás, si crees que con alabanzas me condenas entre
        congrios y flores turbulentas.
Los grandes océanos pertenecen al recuerdo de un anciano
que confunde los días de las noches.
Mal está que desnudes el horizonte como una fruta.
Como se desnudan los locos de amor con sus cuerpos irredentos
Y se confunden las criaturas de la fecundidad en huecos oscuros,
en territorios indefendibles de peces que tallan tu cuerpo
        como un árbol de oro.
Mal está que se haya perdido tu adiós en el casco de un barco
        antiguo.
En arrecifes de coral, en algas vivientes y carnívoras,
en corrientes secretass que cantan un amanecer ignoto.
Mal está que te precipites ahora hacia la cabeza de mármol,
de un Neptuno desorientado, desgastado por la soledad.
Tus escamas plateadas enceguecen mis ojos, pequeña
       doncella con cola de pescado.
Como letra muerta que busca su resurrección; porque a las
páginas que siempre vuelvo,
son las páginas de un naufragio, son las páginas de ciudades
       sumergidas que han aprendido a soñar.
No son las peripecias marinas de una doncella dormida en las
       aguas caribeñas.
No son cangrejos ni grutas de la fatalidad. El mar no esconde.
Esas aguas protegen a las adolescentes tímidas tras la musgosidad
       perdida de una noche estival.
Pero tú, doncella de cola de pescado, me das la música que se
       desentiende de los hombres,
Y tu voz es más dulce que la de los ángeles de las proas
de un barco olvidado que se hundió en las Antillas.
Y tiene la forma de los caballitos de mar
dibujando su clave de Fa en tinturas inesperadas.
Y mal está que te sumerjas cuando no encuentras la respuesta
         adecuada.
A veces eras esmeralda y a veces dorada como un sueño 
         imposible de un buscador de perlas.

Ya que a veces soy tan torpe, tan torpe, que confundo el fondo del
mar como a mi propio olvido.
Y soy tan olvidado, tan olvidado, como esos vientos sin destino
         propio,
que siempre dan al Mar de los Sargazos de  la desesperanza. 


Manuel Ruano
(De El Imperio del Jardín encendido)