DANZA FÚNEBRE
Con una danza fúnebre los galeones se iban al
fondo del mar.
Se apretujaban entre
los restos que sedimentaban su
hambre perpetua.
hambre perpetua.
Así como con grandes
alabanzas me quieres condenar al olvido,
pequeña y traviesa
doncella con cola de pescado.
Mal está que
sobrenades gloriosa en esa aguas de la turbulencia
Que no conocen de la
pasión y están llenas de ingratitud
como la misma muerte.
Peligroso está que
sobrenades esas pesadillas y te alejes de la
playa de mi memoria.
Porque tal eras como
una espuma que se pierde en el mar
Como elementales
conchillas y espinas de pescado
Y vestimentas aladas
del sol que todavía brillan en la arena.
Lejos de la piedra de
fundación…
Perdida estás, si
crees que con alabanzas me condenas entre
congrios y flores
turbulentas.
Los grandes océanos
pertenecen al recuerdo de un anciano
que confunde los días
de las noches.
Mal está que desnudes
el horizonte como una fruta.
Como se desnudan los
locos de amor con sus cuerpos irredentos
Y se confunden las
criaturas de la fecundidad en huecos oscuros,
en territorios
indefendibles de peces que tallan tu cuerpo
como un árbol de oro.
Mal está que se haya
perdido tu adiós en el casco de un barco
antiguo.
En arrecifes de
coral, en algas vivientes y carnívoras,
en corrientes
secretass que cantan un amanecer ignoto.
Mal está que te
precipites ahora hacia la cabeza de mármol,
de un Neptuno
desorientado, desgastado por la soledad.
Tus escamas plateadas
enceguecen mis ojos, pequeña
doncella con cola de
pescado.
Como letra muerta que
busca su resurrección; porque a las
páginas que siempre
vuelvo,
son las páginas de un
naufragio, son las páginas de ciudades
sumergidas que han aprendido a
soñar.
No son las peripecias
marinas de una doncella dormida en las
aguas caribeñas.
No son cangrejos ni
grutas de la fatalidad. El mar no esconde.
Esas aguas protegen a
las adolescentes tímidas tras la musgosidad
perdida de una noche
estival.
Pero tú, doncella de
cola de pescado, me das la música que se
desentiende de los
hombres,
Y tu voz es más dulce
que la de los ángeles de las proas
de un barco olvidado
que se hundió en las Antillas.
Y tiene la forma de
los caballitos de mar
dibujando su clave de
Fa en tinturas inesperadas.
Y mal está que te
sumerjas cuando no encuentras la respuesta
adecuada.
A veces eras
esmeralda y a veces dorada como un sueño
imposible de un buscador de perlas.
imposible de un buscador de perlas.
Ya que a veces soy
tan torpe, tan torpe, que confundo el fondo del
mar como a mi propio
olvido.
Y soy tan olvidado,
tan olvidado, como esos vientos sin destino
propio,
que siempre dan al
Mar de los Sargazos de la desesperanza.
Manuel Ruano
(De El Imperio del Jardín encendido)